AZÚCAR

Incluímos no día de hoxe tres artigos sobre o azucre que RSP escribiu na súa estadía en Chile en novembro de 1943 e tamén en xaneiro de 1947 e 1949. Neles destaca a importancia económica do azucre, así como a sua historia.Fai referencia ademais a un conto sobre a carestía do azucre de Castelao.

21 de noviembre de 1943

A Z Ú C A R

Por Ramón Suárez Picallo

Hete aquí que, una vez más, hay pleito, y gordo, en torno al azúcar. Decimos una vez más, porque la historia económica del dulce y endulzador producto, es, en América especialmente, una historia de abuso, de escándalo, de contradicción y de lucro desenfrenado; en ella estuvo siempre metida esa siniestra institución que se llama “Trust”, “Pool”, “Cartel”, combinación o lo que sea, consistente en acaparar en pocas manos el producto a bajo precio, y venderlo, después, a precio alto, eliminando de su tráfico toda competencia lícita y beneficiosa para el consumidor.

Pero antes de eso, tiene el azúcar otra historia más terrible aún: el cañaveral y el ingenio, vastos campos de esclavitud, de fiebre, de hambre y de muerte, a costa de la carne esclava o semiesclava del indígena y del mestizo de América, Santo Domingo, Cuba, Puerto Rico, el Perú y Tucumán, en la Argentina, fueron escenario del estupendo drama, tema de escritores y poetas, preocupación de legisladores, angustia de humanistas y sociólogos.

“Over” novela azucarera del joven escritor dominicano Ramón Marrero Aristy –antiguo “bodeguero” de ingenio– es un cuadro estremeciente , sólo comparable a “O Inferno Verde”, de autor brasileño en que se narra el espanto del drama de los “caucheros” de las zonas amazónicas.

Pues bien; de la base de ese hondo drama humano, se levantó el “Trust” Azucarero, con ramificaciones universales, que arrancan del cañaveral mismo, y obliga a los mercados consumidores para hacer inaccesible a las masas populares y medias, el rico producto. Y si, en la Argentina, hubo que dictar una ley –la ley Justo, el viejo líder socialista– contra tales instituciones, que llegaron a quemar la caña en pie, y el producto en gigantescas pilas, para mantener los precios altos.

En Cuba, hubo, desde dictaduras y revoluciones políticas, hasta graves problemas diplomáticos en torno al azúcar; y, en Santo Domingo, al comenzar la guerra actual y ser dificultada la exportación a Gran Bretaña, se estuvo al borde de una catástrofe económica, porque no había a quien vender la gigantesca producción azucarera, base de la economía de la República Dominicana.

Ahora mismo, en los principales países productores ya citados, hay un problema no resuelto de superproducción; mientras en los mercados vecinos, es inaccesible por sus precios prohibitivos, para la economía popular y media. El tremendo contraste que señala el cuento del carbonero: “El padre minero y el hijo tiritan de frío en su hogar. El niño pregunta:

-Papá, ¿por qué tenemos tanto frío?

-Hijo –contesta el padre– porque hay demasiado carbón en la bocamina.”

La trágica contradicción de un sistema económico, que permite que la gente muera de hambre frente a un mar de jocundos trigales de pan. ¡Buen tema, capitalísimo tema, para la post-guerra, si es que, realmente, el de entonces, ha de ser un mundo nuevo!

Mientras tanto, ahí están los que encarecen el azúcar queriendo encarecerlo más, haciendo de él, la golosina legendaria del sueño inalcanzable de los niños pobres para ganar unos millones más que suman a los muchos que ya ganan ahora.

¡Ya veremos si lo logran!

“EL REY, COMERÁ AZÚCAR”

Castelao, gran caricaturista y escritor gallego publicó una vez –también con motivo de la carestía del azúcar– un “cuento ilustrado”, del que damos un resumen:

“Tres niños aldeanos, reunidos a la orilla de un río, escuchan maravillados, la narración que hace el mayor de ellos sobre lo que vio en un reciente viaje que hizo a la ciudad.

“El más pequeño pregunta al narrador: ¿Oye? ¿Qué cosas comen los ricos en la ciudad? El “viajero” hace entonces, un relato de las “cosas de comer” que él ha visto en las vidrieras de los restaurantes de lujo y en la cocina de la casa rica a la que su padre iba a pagar tributo y renta de sus tierras.

Agregó a lo que vio, todo cuanto de fabuloso le vino a la imaginación en materia de platos, y dejó con su relato, asombrados y atónitos a sus oyentes, relamiéndose de gusto y con la boca hecha agua.

A poco de terminar el narrador, el otro chiquillo pregunta, a su vez “Oye tú, y si eso comen los ricos ¿qué comerá el Rey, que es, según tengo oído, el más rico de todos?” El problema era grave, porque el muchacho creía ya haber agotado el repertorio de todo cuanto de bueno y de maravillosos podía ser comestible. Hubo un grave silencio, reflexivo, después del cual el chiquillo halló la respuesta:

-¿El Rey? Hombre, pues el Rey, por ser el más rico de todos comerá ¡azúcar! Eso es: ¡Azúcar!

COLOFÓN Y VOTO

Que los niños pobres chilenos, del campo, de la villa y de la ciudad que necesitan el azúcar para su alimentación y desarrollo físico, no tengan que considerarlo, como los niños del cuento de Castelao, manjar remoto, inverosímil y maravilloso, sólo asequible para los reyes. ¡Qué tal cosa sucedería, si se saliesen con la suya los “Trust” azucareros, habidos y por haber en todos los países del mundo!

Porque ésta su historia de aquí es la misma historia suya de todas partes.

(Artigo publicado no xornal La Hora, de Santiago de Chile o 21 de novembro de 1943)
(Este artigo aparece na antoloxía LA FERIA DEL MUNDO, publicada polo CCG no ano 2008)

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20 de enero de 1947

AZÚCAR

Por Ramón Suárez Picallo

El azúcar, endulzador de cosas amargas, es causa a su vez de grandes amarguras. Los ingenios de Tucumán, de Santo Domingo y de Haití, encierran entre cañaverales y depósitos de melaza, aterecidos dolores humanos.

Pero tiene otra característica la dulce y universal golosina. Es un poderoso factor político y diplomático, y, a veces, elemento de fabulosos escándalos. La supervivencia de algunas dictaduras tropicales, ciertas revoluciones y muchos pactos diplomáticos inexplicables, tuvieron y tienen como sostén inmensos cañaverales e industrializaciones de azúcar, en cuyas anchuras están ahogadas libertades y soberanías. No es nada nuevo en el continente americano el escándalo azucarero. Recordamos que en la primera presidencia de don Hipólito Irigoyen, uno de sus Ministros se suicidó por aparecer implicado -injustamente- en un feo negocio de azúcar tucumano. Y cierto gobernante tropical, cuando quiso saber la verdad sobre “su azúcar”, le encargó la investigación a un extranjero. Cuando los suyos le preguntaron el por qué, contestó:

-En esto del azúcar no confío en ninguno. Ni siquiera en el jefe de policía.

Parece que esta “tradición azucarera” ha llegado a Chile con ramificaciones en otros países… Chile no produce azúcar, pero la consume. Sus gentes son muy dadas a las dulces glotonerías. Y como dice el refrán, “tras el dulce el palo”. El palo, en este caso, sería una danza de millones de por medio. Y todo por no cultivar remolacha o betarraga, que da un azúcar magnífico; y por andar por esos mundos de Dios, tras de los cañaverales dramáticos y ardidos de soles del trópico.

(Artigo publicado no xornal La Hora, de Santiago de Chile o 20 de xaneiro de … 1947)

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23 de enero de 1949

AZÚCAR

Por Ramón Suárez Picallo

Según informes, fundados en muy profundos estudios, de técnicos en la materia, tanto nacionales como extranjeros, Chile está en condiciones excelentes para producir azúcar en cantidad suficiente para cubrir las necesidades del consumo interno de tal artículo a base de remolacha o betarraga.

Por su parte, las autoridades competentes en materia de Economía, Industria y Comercio, y las instituciones públicas y privadas en relación con tan esenciales actividades de la vida nacional, están muy interesadas en aprovechar los informes referidos, dedicándole la atención debida a esa dulce riqueza en perspectiva.

Aparte de las conveniencias económicas, sociales e industriales que significan para la nación, el bastarse a sí misma en materia tan importante, puede haber otras de tipo sentimental y psicológico de importancia indudable. Ahí es nada producir azúcar que endulce la vida individual y colectiva, llena de acideces, acritudes y amarguras, en unos tiempos en que la dulzura, en todas sus manifestaciones, parece, por su ausencia, un remoto bien, perdido en la noche de los tiempos. Cuando las gentes están en el trance señalado por Lope de Vega: “pido azúcar y canela y dáseme paja y cebada”; o como se dice en otros versos de Tirso de Molina, en una bella invitación:

“Vengan a comer – los hijos de Adán
este pan de azúcar – que es panal y pan.

HISTORIA

Porque ha de saberse que el azúcar, o por decir mejor la caña que lo produce, como otros productos de golosina que hacen sabroso y agradable el comer y el beber, tiene una historia tan larga como la del mundo transcendida a las bellas letras. Original del Asia, tiene el nombre tibetano de Sa-Kar. Recorrió la Arabia, la Siria, el Egipto. Pasó del África a la Grecia y a Roma y hablan de ella elogiosamente, Dioscórides, Galeno y Plinio, Lucano y Séneca. Los Árabes la trajeron a España y la cultivaron e industrializaron con gran provecho en Málaga, Granada y Almería. Don Enrique de Portugal la llevó a Madeira y de allí pasó al Brasil; por su parte Los Canarios, poco después de descubierta América la llevaron a las Antillas, donde tuvo –tiene aún hoy- primacía sobre todos los otros productos. Siguió después su trayectoria a lo ancho y a lo largo de todas las tierras calientes del Nuevo Mundo. Y aquí fue, con el café, tema principal de muchos tratados comerciales, de conferencias internacionales, así como de conflictos, protestas y alguna revolución.

EL DRAMA

Ramón Marrero Aristy, gran escritor y novelista dominicano, escribió hace ahora unos diez años, una bellísima novela titulada “Over”. En ella se narra de mano maestra el drama social ardido y profundo de los cañaverales y de los ingenios azucareros de su país –uno de los principales productores de azúcar del mundo y el primero que lo produjo en América-; los ejércitos de negros haitianos y jamaiquinos macheteros de caña, no tienen nada que envidiarles a los buscadores de caucho en el “infierno verde” del Amazonas ni a los esclavos negros de las plantaciones algodoneras de los Estados Unidos en los tiempos de “La Cabaña del Tío Tom”. Un drama tremendo de explotación y de angustia que se desarrolló durante siglos. Desde Santo Domingo al Perú, Y Desde Cuba y Puerto Rico a Tucumán.

GOLOSINA

Mientras tanto, en Europa, hasta bien entrado el siglo XIX, el azúcar era una golosina sólo accesible a las clases pudientes. Iba allí de las Indias orientales y occidentales, como otros artículos de glotonería. Los Gobiernos le cargaban la mano con los impuestos prohibitivos, aparte de los costos de producción y de transporte. Europa no producía azúcar desde la expulsión de los árabes de España.

Por eso cuando, en 1747, el químico farmacéutico alemán, Marggraf, descubrió que en la raíz o tubérculo de la remolacha común, había azúcar, provocó una revolución encantadora. Discípulos suyos, alemanes y franceses, continuaron los experimentos hasta lograr su perfección. Napoleón Bonaparte prosiguió la nueva industria, así como los reyes de España, Prusia y Rusia, hasta llegar a la perfección de nuestros días.

Aún así, los niños de muchos países pobres de Europa siguen soñando en comer azúcar como la golosina más codiciada. A ello alude un famoso cuento de Castelao, en el que dos arrapiezos pobres, haciéndose agua la boca, describen las cosas fantásticas que comen los ricos. Y cuando ya tienen agotado el repertorio, lo cierran con una pregunta y una respuesta:

Oye tú ¿y qué comerá el Rey?

¿El Rey? ¡Toma! Pues el Rey comerá azúcar.

Venga, pues y bienvenido, el dulce cristalillo, aunque sea de Betarraga. Para que, transformado en manjares agradables, lo coman todos los niños y los grandes, almibarándose la vida, llena hoy de “acedumes”.

(Artigo publicado no xornal La Hora, de Santiago de chile o día 23 de xaneiro de…1949)

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