O CAFÉ

27 de octubre de 1942

EL CAFÉ

Por Ramón Suárez Picallo


Por una orden del Administrador de Precios de los Estados Unidos, a partir de la medianoche del 28 de noviembre quedará racionado el café en los 48 estados de la Unión Americana. Cada norteamericano tendrá como ración 460 gramos en cada cinco semanas. La cosa no es tan grave como parece. La mayoría de los ciudadanos del Tío Sam no acostumbran a tomar el café puro. Lo toman con leche, con mucho más leche que café. Es una buena costumbre –que nosotros no practicamos– que les permite ahora no sentir en muy gran escala los efectos del racionamiento. Sólo será cuestión de colarlo y recolarlo dos o tres veces, como se hace en otras partes. Por ejemplo, en muchísimos bares, cafés, y fuentes de soda de Santiago y, por añadidura, con leche aguada hasta perder casi su color blanco. En Europa no digamos. En España, en Francia, en Italia, en Alemania y demás países se toma con el nombre de café un brebaje negro, hecho de ciertas semillas silvestres tostadas y el polvo de carbón, que es imposible quemar de ningún modo. En todo hay quien gane, especialmente en esto del racionamiento. Los 460 gramos de café que, podrá gastar un yanki en cinco semanas, las tendría por inestimable tesoro un europeo, aunque tuviera que administrarlas para cinco meses, colándolo y recolándolo por veinte veces consecutivas.

A nosotros –el autor de estas líneas– ni eso siquiera. El doctor acaba de prohibirnos radicalmente la exquisita infusión, por temor a una porción de enfermedades todas las cuales terminan con “itis”. De ahí que no tomemos por el lado terrible, esto del racionamiento del café en los Estados Unidos. Ya lo tomarán otros de ese lado, señalando que las cosas no deben andar muy bien cuando hay, que racionar el café. Olvidando que en los países de su predilección no lo prueban ni con ración, ni sin ella. Y olvidando, también, que hay muchísima gente que tampoco lo cata por que se lo prohibió el médico.

(Artigo publicado no xornal La Hora, en Chile, o 27 de outubro …de 1942)

19 de febrero de 1950


EL CAFÉ


Por Ramón Suárez Picallo


Acabamos de leer una información oficiosa, según la cual será restringida este año en cerca de la mitad de su cuantía, con referencia a los últimos, la importación de café, el noble estimulante de artistas, poetas, oradores y escritores.

Pero a modo de compensación se anuncia, dentro del mismo texto, que será aumentada la cuota de entrada del té y de la yerba mate, lo cual viene a ser algo así como sustituir el aceite con el vinagre.

Dejemos parte el té y la predilección absolutamente inexplicable que le tiene el bajo pueblo chileno, infusión deprimente, debillitadora, insípida e inocua que los pueblos latinos utilizan sólo como medicina, en los casos de enfermedades gastrointestinales, pero jamás como artículo de uso común. Y pasamos a la yerba mate.

Gil de Oto, en su libro crítico “La Argentina que yo he visto” declara el mate como puntal y base de la extensión de más de cien enfermedades contagiosas. La costumbre de tomarlo en colectividad, chupando todos por la misma bombilla, aunque sea de plata, es –a su juicio– una romántica cochinada, antihigiénica y amarga, mal que les pese a los poetas llamados “criollistas”.

Por su parte don José Ortega y Gasset, en el tomo X de su obra monumental “El espectador”, dedicado a los argentinos, declara al mate como la fuente principal inspiradora del “Guarango”, del “Tilingo” y del idiota, personajes personalizados, sin envergadura, llorones y sollozantes, por formar parte en las ruedas de tomadores de la amarga e ingrata infusión.

En cambio, ¡cuánto más noble, universal, artística y trascendente es la esclarecida historia del café! Nació de una hermosa leyenda árabe en la que un peregrino de la Meca, medio muerto de cansancio y de fatiga, vio, en pleno desierto un árbol cubierto de flores blancas y descansando a su sombra un anacoreta que le vaticinó el fin feliz de su viaje. Era el primer cafetal conocido en la historia.

Siglos después, el noble fruto, aclimatado ya en Europa y en América, inspiró en Inglaterra y en España a grandes reformadores, sociólogos, poetas y revolucionarios, que se reunían en lugares de libre discusión llamados cafés perseguidos, clausurados y vigilados por todos los déspotas del mundo habidos y por haber, y lo que no se hizo en servicio del Arte, de la Libertad, de la Ciencia y del Pensamiento en Academias, Liceos e Institutos, se hizo el los cafés de Londres, de París y de Madrid desde las postrimerías del Siglo XVIII hasta nuestros días.

Bien esta, pues, que los gobiernos y los Ministerios de Comercio, Hacienda, Economía y todo lo demás, restrinjan las importaciones de artículos considerados no indispensables para la vida del pueblo, en defensa y resguardo de Su Majestad la divisa. Pero, ¡por amor a Dios! Que no hablen de substituir el café con yerba mate, algo así como decir que el aceite, suave, amable, místico y simbólica, es la misma cosa que el vinagre, ácido, acre y malhumorado, aún cuando las dos cosas juntas, hagan una buena ensalada.

(Artigo publicado no xornal La Hora, en Chile, o 19 de febreiro…de 1950)

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