ESPECULADORES, un mal de sempre

Novo artigo de RSP en contra da “fauna parasitaria dos intermediarios” (especuladores) que encarecen os productos…

11 de febrero de 1948

DEL ÁRBOL A LA BOCA

Por Ramón Suárez Picallo

Para poner coto a la especulación escandalosa que se está haciendo en Santiago con la fruta fresca, estando como está en plena cosecha y sazón, las autoridades competentes han tomado varias medidas tendientes a impedir que tal abuso continúe. En efecto, el señor Alcalde de la ciudad y los más altos personeros del Comisariato después de haber coincidido en que entre el producto campesino y el consumidor ciudadano existe una abominable fauna parasitaria de intermediarios, que encarecen los exquisitos productos frutales, han resuelto autorizar a los campesinos productores a vender directamente al público los preciados bienes de sus chacras.

Es muy del caso felicitar a las antedichas autoridades especialmente por haber descubierto las causas de la carestía de la fruta; porque había muchas gentes ignaras, las cuales, al pedírseles tres pesos por una pera de agua, dos por un durazno y catorce por un racimo de uva, creían que se trataba de artículos “fabricados con materiales de importación”, encarecidos por la falta de divisas, que es hoy el más socorrido pretexto de todos los truhanes que compran a uno y venden a diez. Sólo los grandes técnicos en materia de importaciones y exportaciones, sabemos que en cualquier restaurante de Chile y en la mayoría de los puestos fruteros de Santiago, son más baratos los plátanos venidos del Ecuador, que los melocotones priscos y los duraznos peladillos y las manzanas, los higos y las peras, criados a millones en los alrededores del mercado consumidor ¡y áteme usted esa mosca por el rabo!

Y la felicitación debe extenderse a la medida, verdaderamente luminosa de autorizar a los productores de frutas a entenderse directamente con el consumidor, estableciendo puestos de venta en todas las esquinas de los barrios populares con un letrero que diga: “del árbol a la boca”, que es, dicho sea de paso, la manera más higiénica, barata y provechosa de darse un hartazgo frutal.

Mas con eso y con todo, se corre un riesgo que debe ser previsto; que los especuladores amaestren a los campesinos haciéndoles conocer el “slogan” de las divisas y de la “importación” y que los buenos labradores se hagan especuladores a su vez, y en ese caso, a los que deseamos comer frutas todos los días “¡Dios nos coja confesados!”.

Mientras tanto tengamos fe en que alguna vez podamos comer como postre fruta chilena sin que nos cueste más cara que todo el resto del menú justo como ocurre en la actualidad.

(Artigo publicado no xornal La Hora, en Santiago de Chile, tal día como hoxe pero de … 1948)

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