Recordos da terra nai. Leyenda da «Pedra das Agullas» en las Mariñas de Sada
La ciudad de Sada es alargada y se extiende casi linealmente, subordinada al factor geológico que modela su original y accidentada topografía. A nivel del mar se encuentra la moderna «Ciudad Baja», que ocupa una estrecha franja a lo largo de unas marismas o playal, que en muchos mides de metros cuadrados, dejan diariamente al descubierto, las mareas bajas; marismas que también tienen su secreto y su tesoro en forma claro está de la almeja gigante, y el famoso berberecho sadense… Precisamente y desde tiempos inmemoriales, se tenía el proyecto de «acortarlas y rellenarlas», para ensanchamiento del pueblo; problema que cada día se hace más acuciante, por carecer Sada de «espacio vital».
A unos 70 metros sobre el nivel del mar, en la cumbre de «El Couto», está situado el caserío agrícola de su primitivo poblado de Sadadarriba, y la vieja, pobre y ruinosa Iglesia parroquial, que inútilmente
—por cierto— espera ser sustituida, por otra «que también», desde hace tiempo, se proyectó construir en el Sada «de abajo», cuyos planos están ya confeccionados… La comunicación entre las dos partes de la ciudad, se realiza por laderas y planos inclinados, siendo el más usual para su acceso, el de la Arboril, llamada «Corredoira», en la actualidad transformada en ancha, acementada y corta autopista, que enlaza con la Avenida de Barrié de la Maza.
Desde los altos de «El Couto», se descubre un paisaje de tierra y mar arrebatador. Se divisa a los ples la ciudad baja, con su comercio, mercado, sucursales bancarlas y toda clase de establecimientos; y a los barquitos de pesca, salir del puerto de Fontán, como los ratones de una ratonera, entre el seto de palos y chimeneas… Pasan los barcos dejando el rasguño blanco de sus estelas y la cola de caballo de sus humos…
En mis tiempos, los aparejos que empleaban los pescadores de la villa, eran los denominados traíñas, rapetones y lanchas para Ia sardina; con rapetas chicas y redes de jeitos o sardineras. La principal riqueza de los sadenses es la pesca, figurando principalmente entre la captura del mismo; jureles, sardinas, congrio, lenguados, besugos, anchoas, chicharro, verdel, raya, etc., como así mismo los sabrosísimos mariscos de su ría; percebes, mejillones, almejas, centollas, langostinos, vieiras, nécoras calamares, pulpos, buey de mar y otras especies marineras que tienen en los bares y casas de comidas sadenses, prodigiosas versiones gastronómicas. Las fábricas salazoneras-conserveras sadenses, eran ya en mis tiempos de las más renombradas de Galicia.
Mar, ría y tierra dan a la redonda una impresión de grandiosidad, de fuerza, bajo un cielo purísimo, claro y azul. Agua limpia la de esta ría, por ser purísima la que traen los ríos Mandeo, Bañobre y Eume, que desembocan en sus cercanías. Los pueblecitos de ambas márgenes de la ría, son lugares con deliciosas playas de veraneo.
El veraneante encuentra satisfacción holgada en subir a los altos de Castelo, Armuño, Santa Marta de Babío, o al «brujeril» Monte de Alexandre. Como muchos montes de Galicia, cuenta éste de Alexandre y su florida cañada del Quenlle, con su leyenda, en forma de «brujas y estadeas», que según creencia popular, anidaban en los estómagos (el «buche») de ciertos pajarracos nocturnos, como el moucho, la marta, el murciélago, etc…, los que desde sus habituales madrigueras, de determinados lugares, hacían periódicas escapadas y «razias aéreas» sobre los corrales de los caseríos aldeanos,
Precisamente, como anillo al dedo, parcecía ser que de éstos, tenía que proceder, la mala reputación que tenla «A Pedra das AguIlas», que consistía en un mediano guijarro o «croyo», situado en la cumbre del mentado monte de Alexandre, no muy lejos de la Atalaya de «El Couto», reputación que estaba demasiado extendida y arraigada, para que se pudiese arrancar de la cabeza de las buenas gentes de la parroquia. Las brujas y hechiceras, que en figuras de raposos, en ellas anidaban, no perdonaban a cuantos tratasen de escudriñar en sus secretos… «croyo» por cierto, rodeado, como todo el monte, de numerosas y prolíferas guaridas de raposos. Alimañas conocidas en el «argot» mariñán con el nombre de «lucas».
«A Pedra das Agullas», poseía poder supremo sobre personas y animales. Los naturales del país se defendían de las «lucas endemoniadas», penetrando por el bosque con manejos de paja o un tizón flamante, durante las caminatas nocturnas, pues corría entre los indígenas la voz de que estos fantasmas nocturnos se refugiaban en la espesura huyendo de la claridad. Creían que con su presencia anunciaban la muerte próxima de alguna persona de la casa, por lo que daban caza a esas aves y raposos (lucas), convencidos de que sólo matándolos, podía evitarse tan funesto presagio. Como así mismo, si se atravesaba una culebra y demás reptiles, en su camino, se les exterminada a palos o pedradas.
Se citaba, como prueba irrefutable de estas supercherías «da Pedra das Agullas», que «o Cazolas», se le encontró muerto en sus inmediaciones. Pero se olvidaban decir que «o Cazolas» aquella misma noche, había bebido más que de la cercana y salutífera fuente de Veloy, al ir al melino de los Garcías de Riobao (barrio cercano a la casa paterna, y de mis correrías infantiles), cuyo nombre por cierto, parecía derivar de «río-vai», es decir del río que pasa por allí; río en el que tantas veces, en unión de mi bondadoso e inolvidable progenitor (benemérito médico del pueblo, q. e. p. d.), nos dedicábamos al deporte de la pesca de anguilas, las que por cierto fueron de las más sabrosas que he comido en mi vida. iTiempos aquellos felices e inolvidables! iQué lejos está quedando!…
Claro que en el caso «da Pedra das Agullas», muchos miedosos, como «o Cazolas», juraran y perjurarían de que a sus brujas y estadeas, sino las habían visto todos, sabrían de quién das vio, dándose para ello de puñetazos en el pecho, que resonarían como un tambor. Sus vecinos debían de creerle a él, que era hombre de experiencia y había visto mucho…
Mundo de fantasías y tormentosas calamidades del espíritu; que parecían tener «su pausa» en dos destacadas y consabidas fechas del ario. En las crematorias hogueras de San Juan, y en la de último de año, a la jubilosa exclamación populachera de iSan Silvestre, meigas fóra!…
Mientras bajo el frío fulgor de las estrellas, abríase con la feliz esperanza, el nuevo rumbo del tiempo, y su engranaje en la rueda de los días y los meses…
La Noche, 08/07/1963
MANUEL L. FREIRE-CALVELO (Sada, 1902-A Coruña, 1983), foi unha voz sobranceira no xornalismo local na nosa vila. Practicante de oficio, será o creador de revistas como Acción Sadense ou Mariñana e traballará como correspondente dunha decena de xornais de Galicia e de América. Ademais de retratar as problemáticas que afectaban ás condicións de vida da veciñanza, un tema recorrente nos seus artigos é Sada: as súas xentes, a beleza da paisaxe, as ofertas de ocio. Será el o seu gran propagandista.
Homenaxe a Lugrís Freire con motivo do seu centenario (cemiterio de San Amaro, 1963). 4º pola esquerda, Manuel L.. Freire-Calvelo Fotografía cedida pola Real Academia Galega |