Carlos Pereira Martínez
Hai xa uns anos demos a coñecer os artigos dedicados a temas entomolóxicos publicados por Juan Lembeye Lartaud nas revistas Floresta cubana (1855-1856), publicada na Habana e da que era un dos redactores, e logo na súa continuadora, La Piragua (A Habana, 1856). Floresta Cubana fora fundada e dirixida inicialmente por Felipe López de Briñas. É lóxico suponer que entre Lembeye e López de Briñas estableceuse unha relación de amizade que levaría ao segundo a dedicarle dous poemas ao naturalista galego, e que aparecen recollidos no seu libro Fábulas, alegorias y consejas, que localizamos incluido na publicación Brisas de Cuba. “Periódico quincenal de amena literatura”, tomo terceiro, 1-7-1856, e impreso na Habana na Imprenta de Spencer y Comp.
Os poemas dedicados a Lembeye levan por títulos “El ruiseñor y el jilguero. A Juan Lembeye” (páxs. 5-7) e “Los tres Naturalistas. A Poey, Gundlach y Lembeye” (páxs. 37-38). Este último parécenos que ten moitísimo interese para valorar o seu prestixio como naturalista, porque equipárao ás outras dúas enormes figuras da ciencia cubana.
Felipe López de Briñas naceu na Habana o 18-6-1822, falecendo na mesma cidade o 22-9- 1877. Estudou no Convento de Santo Domingo e na Universidade da Habana, mais non rematou ninguna carreira. Deuse a coñecer en 1840 coma xornalista e poeta en El Faro Industrial e La Prensa, publicando en 1849 seu primeiro poemario. Durante algúns anos foi vicesecretario da Sección de Literatura do Liceo da Habana, entidade que tamén o nomeu socio de honor e auspiciou a publicación das súas poesías.
Codirixiu Floresta Cubana (1855-1856) e El Liceo de la Habana (1857-1866), e colaborou en publicacións como Flores del Siglo, El Prisma (1846), El Colibrí (1847), La Semana Literaria (1847-1848), El Artista (1848-1849), El Almendares (1852), Revista de la Habana (1853-1854), La Piragua (1853-1856), Guirnalda Cubana (1854), Brisas de Cuba (1855-1856), La Antorcha (1856), El Cesto de Flores (1856), Aguinaldo Habanero (1857-1865), La Habana (1859), Cuba Literaria (1861, 1862).
Publicou La cruz del misionero. Tradición cubana (A Habana, 1847); Poesías (A Habana, 1849), Al descubrimiento de América por Cristóbal Colón. Poema (A Habana, 1855) e Fábulas, alegorías y consejos (A Habana, 1856).
El ruiseñor y el jilguero.
A Juan Lembeye
Tú eres el rey de las opacas selvas
donde trina el sinsonte:
Tú los temas elijes de tu canto
músico siendo y el Anfion del monte,
y no hay un ave que se atreva á tanto.
Tú inventas y ejecutas, tus divinas
creaciones el sello
llevan de novedad, y en fácil modo
vences al corazon, y cuando trinas
suspénso te oye el universo todo.
Así en la cima de un copado ateje
celebraba un jilguero
a un pardo ruiseñor que sobre el nido
requebraba á su amada, vocinglero
inspirado de amor y estremecido.
Y las rastreras aves en el llano
de torpe envidia llenas
adulador llamaban al que justo
elogiaba las dulces cantinelas
del pájaro cantor de mejor gusto.
Y mofaban sus májicos acordes
y estólidos decían:
Nada vale la voz del celebrado,
y nada su plumaje, repetían,
color de musgo sin ningun variado.
¡Cómo igualar á las gayadas plumas
del bello tocororo,
ni á la forma diversa y elegante
de otras aves de cuello azul y oro,
esa oscura librea del cantante!…
Ese pico con cerdas y aquillado
no puede ser tan bello
como el picuelo azul de los turpiales,
ni como el rojo con que riza el cuello
el cisne á su adorada en los raudales.
Tienen algo de armónicas tus gratas
nuevas composiciones,
pero advertimos que no están de moda
en nuestra sociedad las variaciones,
y que es perdida tu esperanza toda.
Así hablaban los nécios mientra el lindo
jilguero sonreía
admirando la pluma pardi-oscura,
y la suave, melífera armonía
del sublime cantor de la espesura.
Y dejaba gritar á la envidiosa
plumífera asamblea
que tanto que seis duchos cazadores
como bravos que van á la pelea
asestaron sus tiros matadores.
Cayeron en la tierra sin aliento
las hijas de la envidia,
y algunas que escaparon el plumaje
dijeron al volar_ ¡Oh qué perfidia
del rencoroso ruiseñor salvaje!
Guerra, guerra á los débiles jilgueros
del ruiseñor secuaces,
repitieron el vuelo redoblando,
y el pardo ruiseñor las varias faces
siguió de sus cantares ensayando.
-La culpa tuve yo que tu voz pura
celebré ante las aves.
-Hiciste mal, pero jamás debieron
tachar tu gusto y tus acordes suaves:
en tu elogio mi mérito creyeron.
-Y los ahogó la envidia y su castigo
hallaron en las balas
de esos hombres certeros tiradores.
-Y en vano agitarán sus negras alas
los que acaban de huir, son malhechores.
-Y serán perseguidos, en las selvas
encontrarán la muerte,
porque deben así como los suyos
hallar por galardon la misma suerte:
ese es el fin de los contrarios tuyos!
Dijo y cercano se escuchó el estruendo
de la fatal descarga,
sentencia de los prófugos aquellos,
y el ruiseñor triunfó. ¡Oh cuán amarga
leccion para los hombres como ellos!…
LOS TRES NATURALISTAS.
A Poey, Gundlach y Lembeye.
Conseja.
Por entre montes y asombrosas selvas
registrando la arena de los ríos,
las orillas del mar y los sombrios
abismos cavernosos de un país:
iban ayer en fraternal consorcio,
tres sapientes amigos y perfectos,
sectarios de Bufon buscando insectos
en su ilusion científica y feliz.
Hablaban de su patria y sonreían
con el noble y loable pensamiento
de elevar el glorioso monumento,
de Cubier, de Linneo y de Adubon.
Y esclamaban con férvido entusiasmo
-Unamos nuestra pobre inteligencia,
como unidos están para la ciencia
los reinos de la vasta creacion.
Huya de nos la detestable envidia,
la soberbia brutal y el egoismo,
y sustentando un pensamiento mismo,
los tres volemos de la gloria en pos.
Y así diciendo, una gigante piedra
unidos removieron con trabajo
para encontrar con júbilo debajo
una sublime arcanidad de Dios.
Y la hallaron empero, rica mina
de moluscos, insectos y reptiles
y de otras bellas ecsistencias miles
abrió la asociacion bajo sus pies.
Y á medrar empezó la ciencia hermosa
de Plinio y de sus émulos gloriosos
y se hicieron los hombres estudiosos
en la ilustrada patria de los tres.
Y fué ejemplo fecundo y en la tierra
de los frondosos cedros y las palmas,
se unieron con fervor tres nobles almas
imitando de aquellos la virtud.
Cuba risueña al despertar un dia
con los nítidos rayos de la aurora,
saluda á tres hermanos que en buen hora
nacieron á ilustrar la juventud.
A Poey, á Gundlach y á Lembeye unidos
vió correr tras sus pájaros cantores,
sus peces, sus insectos y sus flores,
y de gozo inspirada suspiró
y al presente suspira enagenada
al verlos de consuno como hermanos
trabajar por el bien de los cubanos
mientras saludo su esfuerzo yo.
Vuelve sus ojos de amorosa madre
para mirar á sus fecundos hijos
y los manda á que tiernos y prolijos
imiten el consorcio de los tres.
Y una brillante lágrima se advierte
que rueda por su plácida mejilla
al ver la desunión que nos humilla
en la sagrada escena del saber.
Y lloro con la patria porque anhelo
que junten los pintores sus paletas,
sus dorados laudes los poetas
y los artistas todos su fervor.
Y la tierra felíz mi hermosa cuna
en el Edem donde suspira Marta
de Tiro y Roma y de la ilustre Esparta
que renazcan los tiempos de esplendor.