SOBRE UM A JEITO DE PRÓLOGO DESCONHECIDO DE RAMÓN SUÁREZ PICALLO

José-Mª Monterroso Devesa
Novembro de 1993. Sei-no bem, porque daquela andava eu polo Montevidéu primaveral, essa volta movido por umha (que ressultou feliz) operaçom. Algum dia cadramos co Luís Pérez, que estava a impartir cursos de Idioma Galego por conta da Junta da Galiza.

Com o Luís conheciamo-nos dalguns anos atrás, a raíz das suas freqüentes colaboraçons com O Facho, como parte dos júris do Prémio Nacional de Poesia Nova, ou divulgando as figuras galegas de Buenos Aires, tales E. Blanco Amor ou Tacholas (ainda nom consagrado como especialista no García Lorca galego).

Numha daquelas passeatas pola capital uruguaiana, brindouse-nos o achádego duns quantos exemplares dum livro singular, Trascendencia y hondura de Castelao. Tan singular como que era umha desconhecida biografia do Guieiro. A essa condiçom de rara sumandose o feito, nom menor, de ser, que saibamos, a primeira a Castelao dedicada, apenas um ano transcorrido do seu passamento.

O raro livro (Ediciones Triskele, México, 1951), da autoria de Marcial Fernández, propunha-se “acercarse a la recia figura de Castelao” e consta de dez capítulos e um apêndice -este umha breve escolma da sua obra escrita-, incluindo, a maiores, várias ilustraçons -com o qual temos aí o complemento daquela escolma-, mesmo algumha para nós inédita até hoje, como é “Nai” (New York, 1938).

O vínculo do autor com o biografado reve-lam-no-lo dous memorialistas bem conhecidos.

Um é Valentín Paz-Andrade (Castelao na luz e na sombra, Do Castro, 1ª ed., 1982, 2ª ed. 1986), quando nos conta que, em Barcelona 1938 (chegado de Leningrado e antes de partir para Nova Iorque), forom aloxados Castelao e sua dona numha casa de Sant Cugat del Vallès -bem mais segura do que a própria capital continuamente bombardeada-, casa pertencente a Marcial Fernández, director xeral de Carabineiros da República.

Já no exílio norteamericano, escreve Castelao: “Agora está aquí Picallo, que chegóu invitado polo FPAG (Frente Popular Gallego Antifascista, aclaramos) e ven con Marcial Fernández. Entre todos andamos a procurar saida aos nosos de Franza… sacalos de aquel inferno…”

Bem mais depois (1945) em México, celebrada ali a sessom das Cortes Españolas no exílio, segundo nos segue informando D. Valentín, Castelao é agasalhado por um grupo de galegos, entre eles, o mesmo Marcial Fernández.

O outro memorialista é o nosso Emílio González López, quem em Memorias de un diputado republicano (Eds. do Castro, 1990), insiste no acougo de St. Cugat -que a República secularizara em Pins del Vallès-, tamém usufructuado por el e sua dona: desde esse refúgio rural era que baixavam cada manhá à capital catalá para participarem no diário quefazer dumha República Española já em precário.

D.Emílio arma entom umha curta semblança do anfitriom (traduzimos): “Ferrolám de residência e ourensám de nacência”, socialista e autonomista, afiliado nesse tempo ao PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya), ressaltando a sua importante actividade oficial. Este era, pois, em forçado resumo, Marcial J. Fernández Vázquez (1898-1963), mestre de carreira e um de tantos que morrerom na diáspora galega.

Deixamos para remate o que provocou estas linhas: o livro de Fernández abre-se cumha “Carta a manera de prólogo” que, vintecinco anos depois!, a memória do amigo Luís resgatou para Areal, assinada -e com assinatura facsimilar- por Ramón Suárez Picallo, cuja reproduçom nos exime de comentá-la… somente ousando salientarmos a importância do contido e a beleza da expressom, capazes de nos transmi-tir calidamente as horas trascendentais vividas por uns homes -e mulheres- que hoje nos estám a suster na resistência incombustível a que todos estamos chamados.
Desfrutade dessa carta e, como diziam aqueles luitadores: Saúde e Terra!

A Corunha, 28-08-18


CARTA A MANERA DE PROLOGO

Querido Marcial:

Hace cuatro meses he sufrido un ataque al corazón. Por cuenta de la Caja de Previsión de Empleados Públicos y Periodistas, me mandaron a un sanatorio de la costa para someterme a un régimen de reposo absoluto, físico y mental. Durante este tiempo, estuve privado de leer y escribir ni una sola línea. Si no del todo sano, estoy ahora bastante repuesto. Y al incorporarme a mis tareas habituales —escribir dos ar-tículos diarios eligiendo yo el tema— me encuentro con dos cartas tuyas y con los capítulos originales de tu obra sobre Castelao, para la cual me pides un prólogo.

Quiero que me creas si te digo que tu recuerdo y tu cariñosa solicitud me han causado una honda emoción. ¡Dios bendito, cuantos recuerdos amistosos, cordiales y fraternales me trae tu carta!… Las jornadas de Ortigueira, con cien mítines de caudal esperanzado, soltado al viento en aldeas y villorrios; entre pinares druídicos. Te acuerdas de Insua,… Las charlas amicales en La Coruña y en El Ferrol, en los albores de nuestra gran ilusión autonomista, y los primeros días de la guerra civil en Madrid y en Barcelona; nuestra aventura a Huesca, Barbastro, Tardienta, Vicien, Fornillos, La Granja, y, después, aquella batalla malograda de Chimillas. Castellón de la Plana, cuando tú reorganizabas el Cuerpo de Carabineros entre jocundos naranjales. Después, los días, las noches, las horas y los minutos de angustia en Barcelona, cuando ya era irremediable la gran catástrofe. Nuestra salida hasta Darnius, el cruce de la frontera francesa, y el viaje de Perpignan hasta Cherburgo. El Queen Mary y Nueva York. Los mítines y conferencias en la gran República del Norte. En fin, el más ardido período de nuestras vidas, diciendo y escribiendo palabras que quizá ya nadie recuerda más que nosotros. Y, en medio y medio, el nombre y, muchas veces, la presencia física, de Castelao, el artista, el símbolo, el amigo y el apóstol indiscutido. Castelao en Galicia, Castelao en Madrid, Castelao en Barcelona, Castelao en Nueva York y Castelao en México, bajo el alero cordial de una jerarquía moral y artística que nuestra amistad respetó siempre. Y, como diría el propio Castelao, no “profundo” más porque no sé latín…

He leído dos veces seguidas las cuartillas originales de tu libro sobre nuestro querido muerto. Me parecen una delicia de estilo y de decoro literario. Y, desde el punto de vista de situar a Castelao en medio de la historia contemporánea de Galicia, el más logrado esfuerzo que conozco. Castelao hijo de la Tierra, del Aire, del Agua, de la Tradición, del pinar rumoroso, de la canción y del romance, del mar y de sus acantilados, de los marineros, de los campesinos y de los moinantes gallegos, a parte del líder que quiso hacer caudal patriótico, social y político de tales valores; todo está en tu libro, cabal y de cuerpo entero. Visto, además, desde un ángulo nuevo: el del escritor que, poniendo a salvo su formación marxista, recuerda a Carlyle, para ver en un hombre representativo, a un pueblo en su más decisiva etapa histórica, al revés de lo que afirmaba el famoso barbudo de Tréveris. Y, aquí, permíteme el amado recuerdo de un dilecto amigo tuyo, mío y de Castelao, que también supo conjugar la más limpia actuación socialista con la emoción de una galleguidad entrañable, trocada en soberana obra de arte. Me refiero —ya lo habrás supuesto tú— a Jaime Quintanilla, a quien debemos rendir diezmos y primicias en este orden de darle a Galicia una jerarquía nacional, social, política y estética, compatible con las ideas más avanzadas de nuestro tiempo. Y quizá seamos muy pocos los que sabemos —fuera de Castelao, tú y yo— que Jaime Quintanilla fue punto de referencia de nuestro Castelao cada vez que quiso recrear una patria en sus unidades esenciales y permanentes en el tiempo y en el espacio: la lengua, la cultura, el paisaje, la tradición, la economía y la voluntad de ser diferente para poder existir.

Todo esto, y aún mucho más, está admirablemente captado en tu libro Trascendencia y Hondura de Castelao. Y, por ello, yo te auguro que más allá, y por encima de su éxito momentáneo de crítica y de librería, será un documento antológico, de indispensable consulta para estudiar la generación gallega que hizo historia; que pasó de la esperanza al desconsuelo, y de la ilusión al dolor de todas las desesperanzas, y de la que Castelao, tú y yo hemos formado parte.

Y, ahora, querido Marcial, perdóname si te digo que no me atrevo a escribir un prólogo para tu libro. No tengo para ello ni humor, ni salud, ni vagar… Y, por otra parte, no estoy seguro de saber a ciencia cierta en que pueda consistir un prólogo para una obra que, en sí, lo dice todo…; ¡Y qué bien lo dice!

El día que murió Castelao yo ya estaba enfermo. La noticia me fue comunicada, desde Buenos Aires, por Rodolfo Prada, a las cinco de la tarde. Me levanté y escribí, para mi periódico, una semblanza biográfica que terminé a la una de la mañana, con lágrimas en los ojos y en el corazón. Unos domingos después, compuse una página entera con sus últimos dibujos y un precioso artículo de Valentín Paz Andrade. Y ya no volví a escribir sobre el tema, pues todo el tiempo me parece poco para ver a Castelao en toda su magnitud, clavado como un hito en medio y medio de nuestra historia, más allá de todo trabajo fraguado al conjuro de la tremenda impresión que me ha causado su muerte, por lo que ella significa de decapitación de un movimiento al que consagré los más nobles y fervorosos días de mi vida y, por lo que, en nuestra vida, representa la muerte de un querido amigo. Por último: si algunas líneas de esta carta te sirven para algo, tómalas y úsalas a tu gusto, porque, querido amigo, yo no sé cómo se hace un prólogo.

Un abrazo y el cariño invariable de
Unha das obras de Castelao que ilustran o volume de Marcial Fernández
Partillar

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