Theodoro Elssaca
Bajo un reloj detenido por siglos
el pianista ciego eleva la música
pulsando con certeza las blancas de marfil
y matemáticas las negras de ébano.
Sus manos se reflejan áureas
en la lustrosa madera,
secreto sarcófago de mi nostalgia
sobre el marmóreo damero.
La clavija de bronce bien templada.
En el cielo, lámparas de fulgor y cristal
luz absorbida en el granate del terciopelo
como el sonido y las voces que me abandonaron.
Hace reverberar imágenes insepultas
que emergen de la negrura del instrumento
igual a un halcón herido
arrastrado por la tormenta.