Hernán Díaz aporta e descubre neste artigo que pertence ao libro Ramón Suárez Picallo, a voz esquencida do galeguismo a actuación dun desconocido Ramón Suárez no movemento obreiro arxentino, donde militouó no socialismo, no comunismo e estivo ao frente do sindicato nacional de marítimos e da central sindical nacional e que analiza detalladamente noutro libro titulado Ramón Suárez Picallo.Años de formación política. Selección de textos (1916-1931), publicado na Arxentina. Hernán M. Díaz (1) El año 2008 seguramente se podrá recordar como el año en que se redescubrió a Ramón Suárez Picallo. Y me refiero no tanto a su revalidación como figura principal en la historia gallega sino, sobre todo, al generalizado esfuerzo por rescatar del olvido gran parte de su producción periodística o política escrita. El puntapié inicial lo dieron Edmundo Moure y Carmen Norambuena, dando a conocer decenas de escritos del exilio chileno de Suárez Picallo en el volumen La feria del mundo. El Concello da Cultura Galega, por su parte, editó un CD donde se reproducen diversos fragmentos de discursos de Suárez Picallo en su último exilio bonaerense. El Concello de Sada, además de organizar dos jornadas de reflexión sobre los hermanos Suárez Picallo y encargarse de repatriar los restos del líder galleguista, sacó a la luz una escolma de textos en gallego sobre temas diversos. Lois Pérez Leira editó una biografía en castellano y en gallego, con un amplio registro fotográfico. Finalmente, desde la Federación de Sociedades Gallegas y su Centro de Investigación Ramón Suárez Picallo, realizamos una selección de textos políticos de su primera etapa en Buenos Aires (1916-1931), con una introducción biográfica y crítica de esos años, donde creemos que la mayor novedad la conforma su enorme y casi desconocido periplo por el movimiento obrero argentino, donde militó en el socialismo, en el comunismo y estuvo al frente del sindicato nacional de marítimos y de la central sindical nacional. Lo que empezó queriendo ser una selección de textos de publicaciones ya conocidas, como El Despertar Gallego, Céltiga o Correo de Galicia, terminó incluyendo también una decena de textos de su época de militancia marxista y sindical, que dan a conocer a un proletario con un determinado perfil que, en muchos aspectos, anticipa y conforma ya al militante galleguista posterior a 1924. Lógicamente, este rescate editorial de los textos de Ramón Suárez Picallo no habría sido posible sin las investigaciones que abrieron el camino para un conocimiento más sutil de la participación del político sadense tanto en Galicia como en la emigración y el exilio. Pensamos aquí sobre todo en la obra de Xosé Manoel Núñez Seixas, Justo Beramendi, Baldomero Cores Trasmonte y Esperanza Mariño, entre otros. La investigación que llevamos adelante no fue casual pero sí en cierta manera inesperada. En principio considerábamos que no sería posible rastrear el paso de Suárez Picallo por estas organizaciones obreras, a las que él mismo se refería en algunos apuntes autobiográficos, pero de una manera desmañada e intrascendente. Considerábamos que sólo con arduas y fatigosas lecturas de diarios comerciales argentinos podríamos recoger, en el mejor de los casos, dos o tres referencias aisladas al futuro nacionalista gallego. ¿En qué se basaba este pesimismo anticipado? En la manera en que el propio Suárez Picallo exponía su militancia obrera, su evolución y sus logros. Los fragmentos autobiográficos de Suárez Picallo están llenos de exageraciones evidentes, de errores en los detalles y los mismos “aciertos” están enunciados con un estilo que equipara más su biografía a la leyenda que a la historia. Esto último se justifica, en parte, por el hecho de que casi todos sus apuntes autobiográficos datan de 30 o 40 años después de estos acontecimientos. Suárez Picallo afirma, por ejemplo: “Como miembro de un Comité de Propaganda Gremial contribuí a la organización de 50 organizaciones sindicales” (2). Redundancia léxica al margen, la cifra de 50 sindicatos parece de plano una hipérbole para lo que imaginamos fue una esforzada militancia de apoyo a, como mucho, una docena de asociaciones obreras. Por otra parte, no podemos dejar de señalar la enunciación de “un” Comité de Propaganda Gremial, como si hubieran existido varios o fuera una organización indeterminada, tan indeterminada como el artículo que la califica. Pero este Comité de Propaganda Gremial fue una construcción de la oposición interna del Partido Socialista Argentino, que funcionó desde 1912 hasta su expulsión en 1917, y significó el principal reagrupamiento de la izquierda del partido, donde militó calurosamente Suárez Picallo. “Presidí más de un ciento de asambleas de obreros marítimos –asambleas que no bajaban de 5.000 hombres y que tenían que reunirse en grandes campos de fútbol–; fui Secretario del Primer Congreso Marítimo Argentino y consejero sindical privado del delegado obrero argentino a las Conferencias X y XI del Trabajo de Ginebra. Fui miembro del Consejo Federal de la Marítima y miembro del Comité Central de la Unión Sindical Argentina.” (3) Aquí observamos más exageraciones y una distorsión cronológica evidente. ¿Ninguna asamblea contaba con menos de 5.000 personas? La mayoría de las asambleas del gremio en Buenos Aires se realizaron en el salón Verdi, donde no caben más de 2.000 personas. Una de las asambleas más grandes que Suárez Picallo dirigió en Gualeguaychú era de 700 personas, según su propio escrito. En cuanto a la cronología, se pasa sin continuidad de principios de los años 20 a 1926 (viaje a Ginebra) para volver luego a 1924. A todas estas distorsiones, se le agrega una dimensión fundamental de la que carecen todos los fragmentos autobiográficos de Ramón Suárez Picallo: la significación real de cada uno de esos sucesos. En esos recuerdos casi caprichosos, el pasado adopta el carácter de una leyenda poco y mal recordada, donde todos los sucesos tienen el mismo valor y ninguno tiene el peso que se merece. Dirigir una asamblea queda en el mismo plano que dirigir la central obrera argentina y ser fundador del partido comunista se equipara con viajar a Ginebra a la asamblea de la Organización Internacional del Trabajo. En muchos de los recuerdos de Suárez Picallo no hay relato, no hay sucesión, no hay narración, los hechos no transcurren uno después del otro en una lógica a la vez causal y temporal sino que se exponen todos en un lienzo no evolutivo que borra las diferencias y achata el valor de cada acontecimiento. Por momentos asistimos a retazos de explicaciones causales: “Del comunismo me retiré […] cuando el PC se escindió en cuatro grupos” (4). Pero esto, lejos de ser una verdadera explicación, esconde el hecho de que Suárez Picallo militó durante casi cinco años en ese agrupamiento, teniendo en todo momento una posición destacada e incluso en el máximo nivel de jerarquía. Por otra parte, no hubo “un momento” en que el PC se dividió en cuatro partes, sino que se alude a un sucesivo desgajamiento de grupos de poca importancia numérica aunque de fuerte gravitación en la dirección del partido. La “escisión en cuatro grupos” entonces esconde al mismo tiempo que devela. Finalmente, hay que señalar los diversos errores de detalle que hemos detectado en los mismos fragmentos autobiográficos de Suárez Picallo, errores que no solamente dificultan el conocimiento de su vida sino que, por añadidura, han sido infatigablemente repetidos con el único resultado de aumentar las confusiones como en una bola de nieve. No emigró a los catorce años, como afirma en un texto, sino a los diecisiete, según dice en otro del exilio chileno. El primer artículo escrito del político sadense fue en el periódico Adelante! el 15 de febrero de 1917, y no el 1º de mayo de 1916, como insiste erróneamente su autor. Hasta donde sabemos, nunca dirigió el periódico Libertad sino La Unión del Marino, órgano de la Federación de Obreros Marítimos. ¿En dónde se originan esta suma de inconsistencias? Obviamente, en que Suárez Picallo relata estos sucesos muchos años después, sin documentos a la vista y sin la intención de hacer una historia de su vida sino con la idea de trazar un panorama sobre sus comienzos en la política de la emigración. Si omitimos las pinceladas autorreferenciales de muchos de sus artículos (algunos ya en los años 20), el primer texto donde Suárez Picallo expone una historia de sus comienzos políticos es la carta que le dirige a Santiago Casares Quiroga en 1932, citada por Xavier Castro (5). Este texto, por el carácter semioficial que reviste y por la cercanía de los hechos, tiene coherencia cronológica, aunque naturalmente las circunstancias vitales del militante obrero y galleguista son relatadas de manera general y sin detalles. Más adelante están los numerosos artículos periodísticos del exilio chileno, hoy rescatados del olvido por el volumen de Edmundo Moure y Carmen Norambuena Carrasco. Tanto la edición en papel como la totalidad de los artículos en CD, que los autores le facilitaron al archivo de la Federación de Sociedades Gallegas, son de una enorme utilidad para conocer la vida de Suárez Picallo. Por último, en sus últimos años en Buenos Aires, apareció una entrevista a Suárez Picallo en el periódico Lugo, realizada por los alumnos del curso de periodismo a su director, don Ramón. En ella se explicitan quizá por primera vez algunos pormenores de sus comienzos políticos y periodísticos, aunque siempre con las imprecisiones y las inexactitudes que señalamos al principio. Esa entrevista es la base para los comentarios biográficos de Xosé Neira Vilas y Alberto Vilanova, pero indudablemente éstos contaron con testimonios directos de Suárez Picallo y agregaron no pocos detalles referidos oralmente por el dirigente galleguista en su vejez. Frente a este panorama, resultó altamente saludable el ordenamiento biográfico que realizaron Manuel Pérez Lorenzo y Francisco A. Pita Fernández, en un libro ya comentado que editó el Concello de Sada (6). Allí relatan sucintamente la vida de Suárez Picallo, alternándola con fragmentos de textos autobiográficos del sadense, debidamente anotados, fragmentos significativos, novedosos y alejados de ese tono legendario que señalábamos antes. A lo que narramos en la introducción al volumen Años de formación política, queremos agregar dos aspectos que complementan o amplían lo relatado: primeramente presentar un panorama del marco económico y político de la Argentina, que sirve de sustento a la actividad del emigrante Ramón Suárez; luego, hacer una valoración del papel que supo tener en los ámbitos de militancia obrera en los que actuó. El marco sociohistórico en el que actuó el joven Suárez Picallo El período en el que actúa ese joven emigrante que durante varios años se hizo llamar Ramón Suárez es un momento muy definido y acotado de la historia argentina, tanto desde el punto de vista político como económico y social. Desde 1916 hasta 1931 se asiste a tres gobiernos de la Unión Cívica Radical, que terminan en 1930 con un golpe de Estado que cambia la fisonomía política de la Argentina por mucho tiempo, quizá por décadas. ¿Cuáles son las características principales de este período? Esta etapa es la culminación de la construcción de una Argentina agroexportadora, dedicada fundamentalmente a proveer de materia prima a los países europeos. Lanas, cueros, granos, carne congelada son el medio para que una oligarquía terrateniente gane enormes sumas de dinero y se recueste en un modelo de país sin industria y fuertemente dependiente del capital extranjero, sobre todo inglés. El campo requiere brazos y para eso son convocados cientos de miles de emigrantes, que llegarán de las zonas más pobres de la Europa del siglo XIX: Italia en primer lugar, España en segundo término. Y entre los españoles, los gallegos aportan la mitad del contingente. La construcción de ferrocarriles y el mejoramiento del puerto ayudan a la consolidación de este modelo agroexportador: la red ferroviaria, así como los caminos a Roma, lleva todos los productos al puerto de Buenos Aires, donde los obreros estibadores cargan los barcos que llegan con emigrantes y vuelven a Europa con bolsas de granos. Ya desde estas pocas líneas podemos ver hasta qué punto Ramón Suárez representa un caso típico en la trama socioeconómica argentina: emigrante gallego, se instala en la ciudad capital (como la mayoría de los gallegos, que le huyeron al trabajo rural) y trabaja como marinero, en la navegación de cabotaje (otra manera que tenía el hacendado del Litoral para enviar sus productos al puerto internacional de Buenos Aires). El modelo agroexportador y el consiguiente atraso industrial provocaron una situación dolorosa para el movimiento obrero argentino: mientras la oligarquía terrateniente construía imponentes palacios para vivienda familiar, a la vista de todo el mundo, el trabajador era mantenido en bajísimos niveles salariales. El empresario argentino acumulaba capitales enormes sin aceptar la menor distribución de la renta, y esa desatención de la cuestión social era acompañada por las actitudes políticas y represivas del Estado. Esta situación nos equiparaba, en la literatura social de la época, a la realidad de Rusia y a la de España, donde también las diferencias sociales llevaron rápidamente a un enorme grado de violencia social. El movimiento obrero argentino se organizó, en los primeros años del siglo, alrededor de los anarquistas, los más combativos y quienes mejor representaron el sentimiento de injusticia por las desigualdades sociales. Pero también tuvo su importancia el socialismo parlamentarista (que consiguió su primer diputado en 1904) y un poco más adelante el sindicalismo revolucionario, también llamado sindicalismo soreliano, por ser seguidores de la doctrina de Georges Sorel y la CGT francesa. La oligarquía argentina defendía la inequidad económica pero también impedía la democratización política de la sociedad. Tras la falsa apariencia de una república, la ausencia del voto secreto lograba que un puñado de familias se alternaran en el poder, sin la menor participación de otros partidos o sectores. El advenimiento al poder del radicalismo, partido caracterizado por el democratismo político y por la carencia de un programa alternativo en lo económico, inaugura en 1916 un cambio en el ambiente social argentino y, consecuentemente, una culminación del modelo agroexportador que caracterizó a la Argentina desde sus comienzos institucionales. La frontera agraria se expande en la década de 1920 a su máximo posible, la Argentina es considerada el granero del mundo, la exportación de carnes congeladas, sobre todo a Inglaterra y a países de la Commonwealth, permite un tímido y tardío aumento del salario real. La crisis de 1929 corta este proceso en forma cruel y traumática. Durante los años de radicalismo, en el movimiento obrero se asiste el traspaso de la hegemonía del anarquismo batallador de los primeros años al sindicalismo soreliano, que señalará como su mayor contendiente a la burguesía, pero no al Estado. Este agrupamiento, más organizador y administrador de sindicatos que sus turbulentos antecesores, tomará la relación con Hipólito Yrigoyen (presidente de 1916 a 1922) y luego con Marcelo T. de Alvear (de 1922 a 1928) como uno de sus ejes tácticos fundamentales. En verdad, Yrigoyen en los primeros años de gobierno intercedió en varios conflictos en favor de la parte obrera, pero descargó la fuerza de la represión (o dejó actuar a las bandas ultraderechistas) cuando los antagonismos no se podían resolver. Así se derramó sangre proletaria en la Semana Trágica de enero de 1919, en los conflictos de la Patagonia de 1921 y 1922 y en la celebración del 1º de Mayo en Gualeguaychú, en 1921. Pero ese cambio en la dirección del movimiento obrero esconde transformaciones mucho más trascendentes. Los trabajadores pasan de la llamada “sociedad de resistencia”, basada en el sindicato por oficio, clandestina y solamente preocupada por una reivindicación salarial, al sindicato amplio, referenciado en la rama industrial y no en el oficio, de existencia pública y legal y preocupado tanto por las reivindicaciones laborales como por el esparcimiento y la vida cultural. Este nuevo período, donde el joven Ramón Suárez tiene tanta incidencia, es testigo de la creación de grandes federaciones nacionales en los sectores clave de la vida económica argentina: marítimos, ferroviarios, gráficos y otros. Estos son, justamente, los gremios que le dan la ventaja al sindicalismo soreliano para ganar la dirección de la central obrera en 1915, convirtiéndose desde el año siguiente en el contacto privilegiado del Estado argentino, ahora encabezado por Yrigoyen. Las huelgas de la primera década del siglo se caracterizaban por su virulencia y por su desarrollo progresivo en el marco de la solidaridad de clase. Ahora asistimos sobre todo a huelgas reivindicativas por sector o por rama industrial, y los movimientos de solidaridad en general se limitan a actividades de apoyo, por ejemplo, económico. El movimiento obrero está mucho más organizado, tanto extensiva como intensivamente, sus direcciones empiezan a ser conocidas públicamente y se cuenta también con un aparato administrativo importante, donde uno de sus primeras manifestaciones es la existencia de secretarios rentados que organizan primordialmente la labor administrativa, todavía rudimentaria. Ramón Suárez, justamente, fue secretario rentado de la Federación de Obreros Marítimos entre 1918 y 1920. Éste es el ambiente donde va a actuar el joven Ramón Suárez, y donde va a tener un rol de primerísimo orden en las distintas organizaciones donde actúa. Como se puede apreciar en la selección de textos que hemos realizado, él lleva adelante una política consciente de ampliar los sindicatos existentes, de manera de pasar de la sociedad de resistencia al “sindicato de base múltiple”, como lo llama el comunismo del momento. Es quizá uno de los más preocupados en el ambiente marítimo por combinar la lucha política sindical con la organización de la ayuda mutua, la solidaridad gremial, el esparcimiento cultural y todos los aspectos que ayuden a conformar nuevos ámbitos de sociabilidad proletaria. Hemos destacado ya que actuó como administrador rentado de la Federación de Obreros Marítimos, pero también tenemos que señalar que en 1924 participa de dos entrevistas con el presidente de la república, Marcelo T. de Alvear, en representación de la central obrera y de la federación marítima. Con esto queremos destacar que Ramón Suárez está involucrado directamente en las transformaciones profundas que afectan al movimiento obrero argentino del momento, aun cuando esas transformaciones son subterráneas y no tienen la espectacularidad de las grandes huelgas y las sublevaciones populares. Su apartamiento de la militancia obrera en 1924 también se relaciona con un serio reflujo de las luchas que padece el sector trabajador a partir de ese año. El liderazgo de Suárez Picallo Hemos planteado antes que en los recuerdos autobiográficos de Ramón Suárez Picallo faltaba la evaluación del verdadero papel que le cupo en los organismos donde actuó antes de su vinculación al galleguismo. ¿Qué se puede decir de nuevo en ese aspecto? Aunque de los años 1916 y 1917 las informaciones con las que contamos son pocas, en su paso por la disidencia del socialista argentino ya se observan sus dotes como conferenciante y su militancia en organismos dirigentes. En el grupo Adelante (que no hay que confundir con la revista Adelante!, órgano de las juventudes socialistas), Ramón Suárez dicta conferencias, es elegido delegado para el congreso juvenil y eventualmente escribe gacetillas para el periódico partidario La Vanguardia, que salen sin firma o son reescritas por la redacción. Se vincula al Comité de Propaganda Gremial, que tiene su sede en el local de Estados Unidos al 1000, donde también funciona el grupo Tomás Meabe, y se destaca durante 1916 y 1917 por su militancia de apoyo a diferentes gremios, sobre todo la Federación de Empleados de Comercio, donde también milita el futuro dirigente comunista Victorio Codovilla. Los líderes de este grupo disidente son Juan Ferlini, José Penelón y el chileno Luis Emilio Recabarren, estos dos últimos tipógrafos de La Vanguardia. Ramón Suárez figura en la treintena de seguidores firmes que ya sabe adónde va aunque la ruptura no se haya consumado. En una reunión clandestina poco antes de la expulsión, Ramón Suárez está entre los denunciados por un afiliado socialista y, muy posiblemente, sea el anfitrión del cónclave, que se realiza en la sede de la Unión Dirección General de Puertos, sindicato recordado por Suárez Picallo en su exilio chileno como uno de los que recibieron su colaboración militante. Una vez que se crea el Partido Socialista Internacional en enero de 1918, Ramón Suárez aparece en los primeros puestos de la organización o, para repetir el esquema anterior, en el primer anillo dirigente alrededor de los tres o cuatro líderes principales. Llamativamente, no figura como delegado en el congreso constitutivo y no es elegido para el comité central, pero sí es elegido para ser candidato a concejal en octubre de 1918, con lo cual se deja ver que es una figura “popular” y que con su oratoria y su militancia puede ayudar en la captación de votos. La característica principal en los cinco años de militancia comunista será siempre la de un dirigente reconocido por la masa partidaria, orientador de un sindicato obrero de primera magnitud como son los marítimos, un escritor asiduo del periódico partidario pero siempre atendiendo a problemas de la organización sindical, a actividades específicas y nunca a temas teóricos o de política nacional. Ideológicamente, Ramón Suárez parece inclinarse a apoyar el ala izquierda del comunismo argentino. Este sector informal, señalado en la historiografía reciente, parece haber tenido cierta preponderancia en los congresos pero poca habilidad para lograr puestos en la dirección nacional. Algunos de sus representantes eran apartados de la organización cuando elevaban demasiado la voz: Tomás Velles y un grupo rosarino en 1920, Juan Ferlini en 1921, el grupo frentista de Alberto Palcos y Luis Koifman en 1922, los chispistas en 1925, el grupo de Penelón en 1926. Es recién después de esta última expulsión que se consolida el dúo que dirigirá el PC por décadas (Rodolfo Ghioldi y Victorio Codovilla), muy vinculado a las directivas de la Unión Soviética y fuertemente dogmático. Algunas declaraciones de Ramón Suárez parecen vincularlo a aquel sector informal de la izquierda partidaria, sobre todo cuando aboga por una política no constructiva y de crítica cerrada en los organismos estatales (desde 1918 el partido cuenta con concejales en la ciudad de Buenos Aires) o cuando se va del PC en 1922, tras la expulsión del grupo de Palcos y Koifman, que abogaba por un frente con el socialismo. De todas maneras, no son más que especulaciones, pues nunca explicitó sus posturas específicas en esos temas y más bien se alejó del comunismo hastiado del clima de violencias generalizadas y expulsiones, que distaba enormemente de su espíritu unitario. En 1922 asistimos al punto máximo de la popularidad de Ramón Suárez en el interior del PC, a pesar de que algunos meses después renuncia a la militancia. En enero se realiza un congreso, adonde Suárez no asiste por estar embarcado, y sin embargo es elegido para integrar el comité central partidario en primer lugar, por encima de otros miembros con gran figuración como Pedro Romo, Victorio Codovilla, Cayetano Oriolo, Guillermo Rúgilo. La popularidad de Ramón Suárez radica no solamente en que es un conocido dirigente marítimo y que escribe ocasionalmente en el periódico La Internacional. Además, desde 1918 es un infatigable orador en cuanto acto se realiza. Las campañas se desarrollan organizando pequeños mitines en esquinas concurridas de la ciudad: siempre lo veremos allí a Suárez arengando a los oyentes circunstantes, a puro pulmón, lógicamente, y con su oratoria improvisada y contundente. Las campañas electorales lo tendrán siempre como un disertante destacado en esqunas, locales y teatros. Suárez se aparta del PC hacia mediados de 1922, pero viene desarrollando desde 1918 una importantísima tarea de organización sindical en el seno de los marítimos y ese capital político no lo va a desaprovechar. Luego de militar alrededor de la Unión Dirección General de Puertos, Ramón Suárez se convierte en constructor del Sindicato Unión de Cocineros, Mozos y Anexos de a Bordo, fundado en 1916. Desde ese ámbito, accede a la dirección de la Federación Obrera Marítima, aunque hasta 1923 no figura en el Consejo Federal (organismo máximo de dirección). Pero, en cambio, es contratado para ser el secretario rentado de esa federación, práctica que empieza a observarse en diferentes gremios, federaciones y partidos políticos de la izquierda argentina. Como secretario rentado entre 1918 y 1919, va a dirigir el periódico La Unión del Marino, órgano oficial de la FOM. Al tener la posibilidad de viajar por todo el litoral argentino, Ramón Suárez se convierte en organizador y defensor de las delegaciones del interior del país. Colón, Concepción del Uruguay, Posadas, Corrientes, Paraná y, sobre todo, Gualeguaychú son localidades donde lo vemos desarrollar tanto sus actividades sindicales como políticas. En Gualeguaychú, por ejemplo, es tanto el delegado de la Sociedad de Resistencia Obrera local, como un representante de la FORA (central obrera nacional) frente a las autoridades comunales y las asociaciones patronales. Aprovecha estos viajes y actúa como corresponsal de prensa del periódico La Internacional, órgano del PC. Ramón Suárez se convierte, entre 1918 y 1924, en uno de esos militantes de alcance nacional que actúan como voceros de su partido, de su sindicato y de la central obrera nacional. Nuevamente en estos organismos es parte del primer anillo de dirigentes que rodean a los líderes. Tenemos la sensación de que el mismo Suárez Picallo no intenta alcanzar los primeros lugares de liderazgo partidario o sindical, como si se sintiera más cómodo actuando en ese prestigioso segundo plano, entre los que empujan el carro pero casi nunca como conductor único. Cuando en el Partido Comunista es elegido en primera lugar para integrar el comité central en 1922, no se hace cargo de la popularidad registrada en ese congreso y no asiste a la reunión siguiente de distribución de cargos, quedando “relegado” a una comisión sin mayor trascendencia. Es decir que coquetea con la popularidad pero nunca busca coronar esa aceptación popular con un liderazgo personal. ¿Debía hacerlo? No pretendemos juzgar retroactivamente el papel que debió o pudo ocupar. Sólo queremos registrar una evidente (según nuestro parecer) falta de ambición de poder, que en una organización marxista no suele remitir a una ambición personal sino a un diferente matiz ideológico, que Ramón Suárez tampoco promovió. En 1924 está al frente de la Federación Obrera Marítima, pero no es más que un liderazgo que ejerce durante la fallida huelga de mayo a octubre y, por otra parte, ese liderazgo lo ejerce en conjunto con Edelmiro Bernárdez, otro gallego que aun permanece en las filas del comunismo. Ramón Suárez no parece contar en ese momento con un grupo de apoyo propio en el sindicato (de allí su rápido desplazamiento tras la derrota de la huelga). Su capital político al frente de los marítimos seguramente radica en su enorme esfuerzo militante por toda la Argentina y también en su destacada actuación en el seno de la central obrera nacional. Pero no parece estar actuando como vocero de un grupo que le da apoyo, más allá del sostén indiferenciado que le da su sindicato de base (mozos y cocineros de a bordo) y la atracción bastante calurosa que parece despertar con sus discursos en el seno de asambleas y actos. En ese sentido, Ramón Suárez no es un “conspirador” que busca triunfar dentro de una organización encabezando un grupo con una ideología homogénea. Tampoco actúa como un conspirador en sus años de comunista. Disfruta la relación del orador y su masa de apoyo, y no mucho más que eso. El ascenso en las estructuras políticas o sindicales serán una consecuencia no buscada, aunque siempre aceptada, de esa relación privilegiada del que sabe encender los corazones de sus seguidores. Llamativamente, este mismo carácter le adjudica Suárez Picallo a su postulación como diputado en 1931, en la famosa carta a Casares Quiroga. Según aquél, su candidatura fue propuesta por “un cabaleiro co que xamais cruzase unha palabra, o doutor Sal Lence” (7). Este último lo propone al auditorio, y el público aprueba fervorosamente. Esta anécdota, referida al momento de su ingreso como político en Galicia, puede servir como ilustración de la imagen que nos transmite Ramón Suárez en su período político previo, desde el socialista de 1916 hasta el galleguista de 1930. Él no busca una candidatura, él no pide, él no sueña, simplemente encarna la voluntad de la gente, lograda en ese vínculo íntimo de la asamblea, del acto y de la conferencia: el movimiento de las pasiones a través de la palabra. Ésa, creemos, es la imagen de sí mismo que transmite Ramón Suárez en sus artículos, en la narración de sus actividades y, finalmente, en el recuerdo deformado por los años. Es la imagen de quien eludió siempre el primer lugar exclusivo de la dirigencia, de quien descreía de los liderazgos carismáticos y personales, de quien confiaba en ser expresión y encarnación de un movimiento horizontal, sin expresar rencores contra posturas diferentes y sin personalizar las críticas en las discusiones. Ramón Suárez se sentía emergente de un movimiento necesariamente unitario, un movimiento alejado del fraccionalismo y los rencores que tanto padeció en el seno del comunismo. Se podrá objetar que él mismo fue un “conspirador” en el seno del socialismo o que se pueden leer también feroces críticas a grupos anarquistas entre los textos que hemos publicado. Pero fuera de aquel momento inicial de ruptura partidaria, posteriormente Ramón Suárez va a actuar fraternalmente con los militantes socialistas. Y cuando Ramón Suárez critica a los anarquistas, lo hace porque se han quedado afuera de ese movimiento unitario, rechazando la organización mayoritaria de la FORA, donde también militan algunos anarquistas. Es decir que no los cuestiona por su ideología sino por su apartamiento de la unidad. La fraternidad es el sentimiento preponderante en Ramón Suárez. Cuando él habla ante la masa lo hace como un hermano mayor, nunca como un padre. Pero además la fraternidad es el sentimiento de verdadera “comunión” en la política moderna, enlace –no sólo léxico– entre el cristianismo primitivo, el socialismo utópico y el comunismo. Es la tercera pata olvidada de la Revolución Francesa que retomarán los discípulos de Saint-Simon en 1830 para crear el socialismo. Ramón Suárez trasladará ese sentimiento de fraternidad a su nuevo ámbito ideológico: el galleguismo. Allí encontrará un nuevo sentimiento de hermandad basado en la lengua materna, en el amor a la tierra y en el sentimiento místico de la patria. También serán criticados quienes se queden afuera de esa fraternidad como, por ejemplo, los antigalleguistas, los desleigados, los que no entienden que la regeneración de Galicia tendrá un lugar diferente en el concierto español. Y otra vez el orador, ahora con su nuevo apellido Picallo, se manifestará como encarnación de la unidad, ya no de los hermanos proletarios sino de los hermanos gallegos, beatificado en cierta forma por ese amor maternal que provee la lengua y la cultura de la infancia. Otra vez Suárez Picallo actuará tratando de no caer en faccionalismos y rencillas menores, otra vez Suárez Picallo será parte de ese primer anillo de dirigentes que rodean a los líderes. Tuvo algo de hijo pródigo y algo de hermano mayor, y quizás también tuvo algo de hijo descarriado y bohemio, pero nunca llegó a ser padre autoritario ni abuelo consejero, dos imágenes que parecen haber estado muy lejos de su personalidad, tanto en su vida íntima como en su vida política. Este hermano mayor, encarnación de la fraternidad obrera o gallega, vivió siempre en esa contradicción entre destacarse de su entorno y no evidenciar que se destacaba. Esa humildad a contrapelo de su misma práctica como líder es lo que años después lo lleva a minimizar su rol al frente del movimiento obrero argentino y también su papel en el seno de la colectividad emigrada, escondiéndolo detrás de una serie de epopeyas aisladas y sin coherencia una con otra. Pero investigando en esos quince años de formación política notamos que Ramón Suárez estuvo sostenidamente en los primeros lugares de las tres grandes formaciones donde tuvo militancia: el socialismo, el comunismo y el sindicalismo marítimo. Como coronación de este periplo, en 1924 fue miembro del comité central de la central obrera argentina (Unión Sindical Argentina). En una época donde los líderes del movimiento obrero empezaban a ser identificados por la masa (contrastando en esto con el período previo, donde la clandestinidad, la persecución y la alternancia de dirigentes borraba toda posibilidad de reconocimiento), Ramón Suárez era una de las pocas figuras conocidas por amplios sectores de activistas. Suárez Picallo, entonces, está mucho más arriba de lo que él mismo relató acerca de sus comienzos. La afanosa actividad política que desarrolló entre sus 21 y sus 36 años es mucho más que cierta “experiencia sindical y municipal”, como expresara Baldomero Cores Trasmonte (8), convencido seguramente por el propio Suárez Picallo de que sus años juveniles no habían pasado de representar algunas escaramuzas menores. Ramón Suárez, luego Ramón Suárez Picallo, obtuvo el reconocimiento de su entorno y fue trasladando el capital político ganado a cada ámbito nuevo al que accedía. Pero fue siempre un político positivo, que miraba más hacia el futuro que hacia su propio pasado. Es tarea de la investigación histórica indagar nuevamente en esos orígenes fundantes que el mismo Suárez Picallo prefirió dejar en la bruma mítica de sus comienzos. En Ramón Suárez Picallo. A voz esquecida do galeguismo, Comisión Irmáns Suárez Picallo, Sada, 2009. NOTAS 1. El siguiente texto es una ampliación de mi exposición en las Jornadas Irmáns Suárez Picallo, en Sada (A Coruña), del 9 al 13 de octubre de 2008. Allí se presentó el libro Años de formación política. Selección de textos (1916-1931), con artículos de Ramón Suárez Picallo de ese período, y una introducción donde analizo la trayectoria política del futuro diputado galleguista en el Buenos Aires de su juventud. 2. Citado por Lois Pérez Leira, Ramón Suárez Picallo, el primer diputado de la emigración, Vigo, Grupo de Comunicación, 2008, p. 14. 3. Ídem, p. 15. 4. Ídem, p. 14. 5. Xavier Castro, O galeguismo na ecnrucillada republicana, Diputación Provincial de Ourense, 1985, vol. II, pp. 873-879. 6. Ramón Suárez Picallo, Escolma de textos en galego, Santiago de Compostela, Concello da Cultura Galega-Consello de Sada, 2008. 7. Ramón Suárez Picallo, Escolma de textos en galego, Concello de Sada, 2008, p. 27. 8. Baldomero Cores Trasmonte, Ramón Suárez Picallo. Socialismo, galleguismo y acción de masas en Galicia, Do Castro, Coruña, 1983, pp. 62 y 67. |
AREAL. Revista Cultural de Sada. AC Irmáns Suárez Picallo
Revista dixital da Asociación Cultural Irmáns Suárez Picallo de Sada