ÍNDICE DE LIBROS PROHIBIDOS

 

Ao ter coñecemento RSP da decisión do goberno español de prohibir a venda e distribución dos libros que aparecen no Índice de Libros prohibidos do Vaticano,escribe e comenta neste artigo que na citada relación aparte de Victor Hugo e Darwin aparecen os españois Pérez Galdós e Blasco Ibáñez dos que fala ao respecto abondosamente. Remata contando unhas penosas anécdotas que reflexan a probreza cultural deste país no momento do levantamento militar contra a República en 1936, coa queima de todo o que “cheirara a marxismo” e que fixo que levaran ao lume obras de Pereda e Santa Teresa…


22 de marzo de.1947

?INDEX EXPURGATORIUS”

Por Ramón Suárez Picallo

En un rincón apartadito, casi invisible, de su copiosa información internacional, el órgano Decano de la prensa chilena, publicó ayer la siguiente noticia procedente de Madrid:

?La oficina de propaganda del Gobierno notificó a las casas editoriales y a las librerías que se consideraban automáticamente prohibidos en España todos los libros que aparezcan en el ?Índice de Obras Prohibidas? del Vaticano.

Dijo que tal decisión se ha adoptado en conformidad a acuerdos entre España y la Santa Sede. El ?Index Expurgatorius? incluye las obras de Víctor Hugo, Carlos Darwin y muchos otros escritores de fama mundial, inclusive los novelistas españoles Vicente Blasco Ibáñez y Benito Pérez Galdós?.

Muy rica es, en verdad la lengua castellana, en adjetivos calificativos y en rotundas frases injuriosas, así como en expresivas blasfemias populares, que suelen ser salida adecuadamente para los más iracundos estados de ánimo. Pero no encontramos nada adecuado para representar la angustia, el dolor, la indignación y el asco moral y físico, que la noticia transcrita nos produce, ante el agravio que implica para la cultura española. Porque lo que nos anda dando vueltas en la cabeza, y aflora a las puntas de la pluma, no puede ser estampados en letras de molde, por respeto al casto y morigerado lector de este comentario.

España, cuyo pensamiento libre floreció en los tiempos de Roma, con la filosofía y la moral de Séneca, con los poemas de Lucano y con los ácidos epigramas de Marcial; que iluminó la Edad Media Europea con San Isidoro de Sevilla, con Avicena y Averroes en la Córdoba del Califato y la Granada de los Almorávides; con la sapiente luminosidad de Raimundo Lulio y con la universalidad ideológica, literaria y espiritual de las peregrinaciones a Compostela; que enriqueció el Renacimiento y el Humanismo con los Heresiarcas, los Erasmistas y los juristas de Salamanca, presididos por el insigne Padre Vitoria, que tiene en Fray Benito Jerónimo Feijóo y Montenegro en el siglo XVIII al precursor y al maestro de los Enciclopedistas franceses; que dio al ?Despotismo Ilustrado? de los tiempos de Carlos II las figuras de Aranda, Campomanes y Florida Blanca; y después las de Argüelles y de Jovellanos; que cubrió su agitado siglo XIX con los nombres de Larra, de Espronceda y de Zorrilla en las letras; y con los de Mendizábal, Prim, Espartero, Salmerón, Castelar, Pi y Margall y Costa, en la milicia y en la política, cae ahora en la triste condición de sierva intelectual y espiritual del grupo de reaccionarios extranjeros, que formaron hace más de un siglo la famosa Congregación Romana del ?Index Expurgatorius?, encargo de oponerle al arte, a la cultura y al pensamiento universales, las vallas de su torpe oscurantismo, como quien quisiera ponerle compuertas al mar.

BLASCO IBÁÑEZ Y PÉREZ GALDÓS

Por fortuna, en nuestras lecturas de libros de autores españoles, no tuvimos jamás en cuenta el famoso ?Index? vaticanista. Leímos todos los que cayeron el nuestras manos sin saber si estaban o no prohibidos por la tristemente célebre Congregación romana. Y los hemos clasificado en dos grupos: los buenos y los malos, en su pura significación artística. Por eso, no sabemos cuántos y quienes son los escritores españoles, sobre los que recae la excomunión romana.

Sabíamos, sí, que las obras del famoso sabio jesuita, Padre Mariana, habían sido quemadas en pira por orden de la iglesia; especialmente el ?Regis et regibus?, donde justifica el regicidio y el magnicidio, si el gobernante o el príncipe usurpa arbitrariamente el Poder, o viola las leyes juradas ante su pueblo. Sabíamos, también que, Fernando VII el rey traidor y felón, que fue vil criado de los invasores de su patria, mandó quemar los libros de los más claros ingenios españoles, cerrar la Universidad y abrir en su lugar, una escuela de tauromaquia.

Y ahora nos hallamos con que, entre otros muchos, están en la lista de los proscriptos, dos de los más grandes escritores de lengua española de los últimos tiempos; Vicente Blasco Ibáñez y Benito Pérez Galdós.

No es del caso hablar extensamente de cada uno de ellos. Son demasiado conocidas sus vidas y sus obras. ?La Barraca?, ?Entre Naranjos?, ?Cuentos Valencianos?, ?Arroz y Tartana?, ?La Catedral?, ?Sonia la Cortesana?, ?El Intruso?, ?Los muertos mandan?, ?Mare Nostrum? y cien títulos más hablan de la portentosa pluma de Blasco Ibáñez, el levantino insigne, narrando ?Un viaje por el País del Arte? y de ?La vuelta al Mundo de un novelista?, del ?Papa del Mar? y de los ?Cuatro jinetes del Apocalipsis?.
En cuanto a Pérez Galdós, quizá ningún escritor del mundo, pueda igualársele en el sentido de convertir en soberana obra de arte, el siglo más triste de la historia de su patria. Los cuarenta y seis tomos de los ?Episodios Nacionales?, que van desde la batalla de Trafalgar, hasta la restauración monárquica de 1876 con Cánovas del Castillo, bastarían para consagrarlo en el bronce y en el mármol. Pero, además de ese monumento literario, escribió novelas, dramas y comedias de valor eterno, como expresión viva y palpitante del momento social que le tocó vivir: ?Fortunata y Jacinta?, ?Celia en los infiernos?, ?Antón Caballero?, ?Electra?, ?Marianela? y ?El abuelo?, dignas, por su nobleza de estilo y por su profundidad psicológica, de los más grandes escritores de todos los tiempos y países.

Pues bien, Vicente Blasco Ibáñez y don Benito Pérez Galdós, son escritores proscriptos en España.

?LA PUCHERA? Y SANTA TERESA

Más, al fin venimos a caer en la cuenta de que estamos dando por el pito más alto de lo que el pito vale, o como se dice por aquí ?gastamos pólvora en chimangos, animal que no se come?, al decir de Martín Fierro.

El símbolo cultural y literario de la pobre España de nuestros días, está representado en dos sucesos auténticos, ocurrido en una de las más cultas ciudades del Noroeste de España, a poco de producirse la insurrección militar contra la República. Una de las primeras medidas del ?movimiento salvador? allí, fue acabar con todos los libros que olieran a ?marxismo? y todos los otros que a juicio de la beatería menopáusica, fuesen ?deshonestos y pornográficos?.

Los censores se fueron derecho a la mejor librería de la ciudad, en cuyos escaparates vieron ?La puchera? de José María de Pereda. ?¿La puchera?? es, sin duda alguna, el nombre de batalla de una mujer perdida. Los censores, que sólo habían leído el Catecismo del Padre Astete y la Historia Sagrada de Fleury, además del calendario zaragozano, con el Santoral completo, no sabían que Pereda, el inmortal autor de ?Sotileza?, ?Peñas arriba? y ?El sabor de la tierruca? había sido un insigne escritor católico y monárquico tradicionalista. Y, como primera medida, quemaron todos los tomos de ?La puchera? y todos los otros libros del ilustre novelista santanderino.

Pero no fue eso solo. Al lado del libro de Pereda había otro muy curioso que el librero, cultísimo, no vendía. Se titulaba: ?La doctora de Ávila ante el tribunal de la Santa Inquisición? Mala mujer debe hacer sido ésta, dijeron los censores. Y quemaron el libro. Los desdichados no sabían que la ?Doctora Ávila? era Santa Teresa de Jesús, la insigne poetisa mística y la más grande mujer de todas las Españas de su tiempo, y de todos los tiempos anteriores.

¿Qué tiene, pues de extraño que Blasco Ibáñez y Pérez Galdós sean declarados proscriptos hoy en España? ¿La cultura? ¿Qué importa eso, desde que allí, cultura, se escribe con ?K??

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