22 de junio de 1950
La Feria del Mundo
Por Pick–Up (Ramón Suárez Picallo)
Las obras cedidas se venderán en pública subasta en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad Luz, después de una Exposición “ad hoc”; y los miembros de la Liga esperan obtener de ella un cuantioso rendimiento.
He aquí un caso emocionante de solidaridad social que protagonizaron los grandes artistas de Francia, mucho más valioso que cien concentraciones, mil panfletos pseudos sociológicos y cuarenta mil declaraciones más o menos “poéticas”, a las que suelen ser muy aficionados los artistas de otros países metidos a sociólogos.
¿Por qué no se hace en Chile algo parecido? No será, ciertamente, porque aquí no haga estragos el cáncer. Por causas que a nosotros no nos incumbe analizar –pero que conocen perfectamente los médicos especializados en la materia– es nuestro país uno de los que llevan en América la delantera de los afectados por la pavorosa y mortal dolencia.
Y hace no mucho tiempo, hemos recogido y comentado en esta misma columna de “La Hora” declaraciones de doctor Leonardo Guzmán, apóstol chileno y generalísimo en la lucha contra el cáncer, quejándose amargamente por la falta de recursos materiales de que dispone, en su noble y generosa batalla, el Instituto encargado aquí de llevarla a cabo.
No sabemos en que quedaron las declaraciones y las quejas del eminente cancerólogo chileno; pero nos tememos mucho que hayan caído como predicación en el desierto, o sea como sermón perdido. Porque la gente, aquí y en otras muchas partes del mundo, sólo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena; es decir, que quienes están hoy sanos no piensan que mañana pueden estar enfermos, y que en este caso, no tienen derecho a pedirles a los demás lo que ellos no supieron darles, a modo de bienes retribuibles de caridad y de misericordia.
Y pensamos que la Liga Francesa contra el Cáncer ha hecho muy bien dirigiéndose a los artistas de todas las artes; pues en estos tiempos materializados y envelecidos por el interés, lo único que quizá quede en el mundo con claro sentido de los más elementales deberes solidarios para con sus semejantes, sea la Comunidad de las Artes, de las Ciencias y de las Letras. A los otros, advenedizos de la política, de la economía y de las llamadas “ciencias sociales”, no les van ni les vienen los enfermos de cáncer, de tuberculosis o de lepra, mientras no puedan ser tema de sus pomposos y huecos discursos.
¡Y a lo mejor, un día se enfermen ellos de cáncer, de lepra o de tuberculosis. Y es recién, entonces cuando reciban lo que dieron; es decir, nada. Y sólo quedarán los apóstoles de la piedad, los que supieron contribuir con la obra de su genio y de su esfuerzo a mitigar ajenos dolores, con el derecho a que su dolor sea también mitigado.