PEIXE CHILENO

Novo artigo de RSP onde comentaba -hai 55 anos- as polémicas que mantiña na prensa sobre o consumo de peixe chileno ao tempo que trataba de incentivar o seu consumo entre a poboación, aínda que destacaba a calidade do peixe galego…

Pódense consultar na categoría Consumo de peixe outros artigos coa mesma temática.


26 de octubre de 1947


ARRIMANDO EL ASCUA A SU SARDINA


Por Ramón Suárez Picallo


Por si fuese poco para nosotros el tener que habérnoslas con el señor E. Louis Vaugh, adversario de gran volumen, en un diálogo sobre modos y maneras de guisar y de comer pescado, nos sale ahora al paso un nuevo contrincante de no menor envergadura, si hemos de juzgarlo por el nombre y el apellido. Llámase, nada menos, que Don Rodrigo, como el rey Godo, que perdió la batalla del Guadalete, como el de Vivar, que ganó batallas de vivo, y después de muerto, y como aquel otro que murió en el patíbulo, con tal gallardía, que suele decirse de él en dicho popular: ”tiene más orgullo que don Rodrigo en la horca”. En cuanto al apellido, ¡ahí no es nada lo del ojo! De la cavo, que quiere decir acción de cavar, refiriéndose al cultivo de las viñas y también al cuidado que se tiene en Palacio del agua y del vino que se sirve en la mesa a las personas principales, del Rey al paje. Pues, sí señor, don Rodrigo. La cava echa su cuarto a espadas, “por una sardina”, en esta amable polémica, en franca defensa de nuestro contrincante, bajo las apariencias de una imparcialidad más que dudosa. Por su estilo, por su gracia y por su malicia, se parece al señor Lois Vaugh como se parecen entre sí, dos calabazas de igual clase, color y tamaño. O, como solemos afirmar los grandes eruditos en paremiología: “Cada cual arrima al ascua su sardina”, ya que de sardina se trata.

UNA AFIRMACIÓN DEL TODO INJUSTA

Queremos pasar por alto, aún estimándolas mucho, las amables apreciaciones del señor de la Cava (don Rodrigo) sobre las condiciones periodísticas de cada cual. Vivimos como podemos y no como queríamos vivir, quizás. El caso es vivir con decoro, tratando de serle útil, de algún modo, al país donde por suerte nos toca estar, compartiendo su pan, su libertad y su paz. Por eso nos duele mucho una afirmación injusta del señor de la Cava: lo que él supone el pecado, imperdonable de nuestra parte si fuese cierto, de menospreciar al mar chileno y a sus especies. Mediante la palabra hablada, desde la alta tribuna de la Universidad, en centros culturales y pedagógicos, y por la palabra escrita en la prensa, hemos hablado reiteradas veces del mar de Chile, como ruta, como delectación estética (paisaje) y como opulenta fuente de riqueza. Y no por delirio literario ni por afán de “hacer la pata”, sino que por razones más poderosas de entrañable emoción subjetiva. Desde el año 1918 al 1922, hemos navegado en este mar desde Punta Arenas hasta Arica; y hemos ganado muy buen dinero llevando choros y centollas, desde la capital del estrecho a Buenos Aires, en el frigorífico de barcos en los que éramos despenseros, cambuceros o cosa parecida. Lo conocemos, puerto por puerto y caleta por caleta, y lo amamos por aquello de que conocer es el principio del amar.

NACIONALISMO AL REVÉS

No somos nacionalistas, y mucho menos en orden a juzgar los frutos del mar anchuroso, que por fortuna, aún no tiene fronteras. “Los peces no saben de aguas jurisdiccionales” y es de ellos el gran predio de los océanos, más allá y por encima de las normas jurídicas. Por eso no podemos afirmar, honestamente, que las sardinas y las merluzas de Chile, sean superiores a las de Santurce, de Rianjo, de Villagarcía, de Campelo o de la Puebla del Caramiñal. En España y en el resto de Europa, las sardinas de estos lugares se cotizan a mayores precios que todas las otras, por las razones siguientes:

1.a. – Por que nacen en la conjunción del río de agua clara con el mar, y se crían en la ría, o sea, en aguas híbridas, entre dulces y saladas.

2.a. – Porque la sardina de esos lugares se alimenta en los “cebados”, especie de praderas submarinas, que sólo existen en aquellos sitios, donde el mar y el río crean un lodo espumoso que les es muy propicio como manjar, y

3.a. – Porque allí la sardina sólo se pesca y se conserva en ciertas épocas del año, que van de junio al octubre y en varios días del mes de enero. En el resto del año está vedado pescarla.
No, los nacionalistas no somos nosotros.

PEJES DE OTRA LAYA

Si hablásemos del congrio colorado, del róbalo, del roncador o de la albacora, diríamos, sin temor a ser desmentidos, que las especies chilenas son únicas y muy superiores a todas sus similares del mundo. Y haríamos igual afirmación en lo que se refiere a los mariscos: el choro grande, la cholga , el erizo y el loco chilenos no tienen par igual, como, a nuestro juicio, no lo tienen tampoco las ostras, ni siquiera las de Arcade de Pontevedra, a las que alude Marcial en uno de sus epigramas, refiriéndose a la mesa del César, cuando dice: “Mientras tú tienes en tu plato las ricas ostras y los sabrosos sollos de Galicia, yo tengo el mío, un triste cangrejo del Tíber”. (El sollo es, con alguna variante, el lenguado, que en Chile nadie estima). Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Porque ni en Europa, ni en América, ni en África, ni en Asia, ni en la Oceanía hay sardinas iguales a las del Norte y Noroeste de España, contando, geográficamente desde Santurce hasta el puerto de Leixoes en Portugal. Por algo es que los productos pesqueros de allí –más caros y todo- conservan el cetro mundial en las buenas mesas ¿Por preconcepto esnobista? Algo de eso hay, pero también hay mucho de lo otro: su calidad aún no superada.


(Artigo publicado no xornal La Hora, en Santiago de Chile, tal día como hoxe pero de…1947)
Partillar

Deixa unha resposta

O teu enderezo electrónico non se publicará Os campos obrigatorios están marcados con *