ORDEN PUBLICO EN ESPAÑA 1943

29 de agosto de 1943


¿QUÉ PASA CON EL ORDEN PÚBLICO?


Por Ramón Suárez Picallo


Un ciudadano de provincias, pacífico y acomodado, de cierto país que no queremos mencionar, llegó una noche a la tertulia de sus amigos, donde se reunían las “clases pasivas” del club local para jugar al ajedrez, inquieto y preocupado. A boca de jarro preguntó a los contertulios:

-¿Qué es lo que pasa con el orden público?

Lo miraron todos con cierto asombro y el hombre –enemigo jurado del desorden y de las perturbaciones– aclaró su pregunta:

-Lo digo –manifestó– porque el Ministro del Interior, ha declarado, sin que nadie le preguntase nada al respecto, que: “el orden público es absoluto y no ha sido alterado en ninguna parte del país”.

-“El orden público –razonaba– es una cosa normal, natural y lógica en todo país organizado. La existencia del Estado, presupone la existencia del orden público, y el Ministerio del ramo no tiene por qué asegurar que existe, a menos de que, en verdad, haya sido perturbado en alguna o en varias partes. Tiemblo por el orden público –agregaba-; la declaración del Ministro me ha puesto en guardia”.

Efectivamente, horas después, se supo que, en varios sitios habían estallado veinte huelgas generales, diez motines y un conato de insurrección armada, que el Gobierno, naturalmente, había dominado con mano firme, para asegurar el imperio, sagrado y mitológico, del orden publico y de la paz social en el país en cuestión.

COMPARACIÓN

Cuando, días pasados, hemos leído unas declaraciones diplomáticas de origen español, sobre la entrevista que celebró en A Coruña, Sir Samuel Hoare, declarando que ella había sido cordialísima, en consonancia con las también cordialísimas relaciones diplomáticas hispano-británicas, nos ocurrió algo parecido a lo del provinciano, al leer las declaraciones del Ministro sobre el orden público. Nos pusimos, también, en guardia y hemos preguntado:

-¿Qué pasa con las relaciones hispano-británicas? Porque lo natural y lógico, en ese orden, es que las conferencias y entrevistas entre el Embajador de un país y el Jefe del Estado ante el cual está acreditado, sean del todo armoniosas y cordiales, como han de serlo, en general las de los dos estados entre sí, sin necesidad de que ello sea específicamente declarado y proclamado.

Aquellas declaraciones nos “amoscaron” más, porque “venían de arriba” y se publicaron, simultáneamente, en varios países; y, además, eran todas absolutamente iguales, escritas por la misma mano y pensadas por el mismo cerebro, “La Hora” publicó en su sección cables y en la sección “crónica”, el mismo día, las que se hicieron en Washington y las que se hicieron en Santiago de Chile, respectivamente. Las mismas razones, los mismos datos y -con las naturales variantes de lo traducido y retraducido– las mismas palabras. Concretamente: la entrevista fue, según esas declaraciones, corriente, cordial y estrictamente protocolaria, de acuerdo, con los usos y costumbres de la diplomacia; y, en absoluto, dentro de unas relaciones clarísimas y normales sin el menor asomo de cosa extraordinaria ni urgente.

PIENSA MAL Y ACERTARÁS

Y, al igual que el caballero que había “entendido al revés”, por la viceversa, las declaraciones ministeriales acerca del orden público, nos ha ocurrido a los que comentamos la entrevista de Meirás y le pusimos, luego, reparos y reservas, a la declaración diplomática de la Cancillería de Madrid, acerca de sus causas y de lo en ella tratado.

La confirmación a nuestra “retranca” desconfiada. “Piensa mal y acertarás” –la leemos en un cable de Londres, transmitido por “United Press” y publicado en “La Hora” de ayer-. Se dice en él, que “en las esferas bien informadas” de la capital británica se expresó que el objeto de la tan llevada y traída conferencia de las torres de Mairás, fue una plena y franca discusión de las relaciones anglo-españolas. En ella se dio sitio destacado a diversas quejas del Gobierno británico, fundadas en ciertos favoritismos peninsulares para con el Eje; involucrando en ellas la administración y la política metropolitanas, Marruecos español y, “con singular énfasis”, la situación de Tánger en los últimos tiempos.

Se agrega que muchas de esas situaciones han sido remediadas– lo cual viene a indicar que necesitaban remedio– después de aludir, Sir Samuel, a la promesa española de aplicar una “política de igual tratamiento a todos los beligerantes”.

“Se expresó en dichas fuentes –continúa la información de Londres– que el objeto de la entrevista fue una franca exposición de las quejas británicas y que este objeto fue plenamente cumplido”, después de darse mutuas seguridades, como ocurre siempre en tales casos.

Teníamos, pues, razón cuando nos extrañábamos del viaje aéreo del Embajador de S.M.B. en Madrid, rematando las sierras de León y atravesando los cielos de Galicia, casi siempre encapotados de “brétema”. Así como la tenía, también, el ciudadano que “entendía al revés” las declaraciones del Ministro del Interior, sobre la imperturbabilidad del orden público en todo el país.


(Artigo publicado no xornal La Hora, en Santiago de Chile o día 29 de agosto de … 1943)

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