MÁIS SOBRE CONSUMO DE PEIXE EN CHILE

Neste artigo faise referencia a unha polémica con Pick Up (Ramón Suárez Picallo) pero según Edmundo Moure, recompilador destes artigos, non está claro si este cronista existiu realmente ou é un heterónimo utilizado polo mesmo RSP para crear polémica…


27 de octubre de 1947


LA ESPADA Y EL CUCHARÓN


Por LOIS VAUGH


Pues señor, aunque era lo que menos podíamos esperar, un desafío es lo único que hasta ahora hemos cosechado en nuestro empeño de vulgarizar la culinaria del pescado en sus aspectos menos dispendiosos. Enfrascados en nuestras experiencias con distintas especies de pescado que nos interesan y en el estudio de sus particularidades gastro-económicas, excluimos de nuestra preocupación las propiedades que pudieran singularizar a nuestros ilustrados predecesores de esta campaña. Y parece ser que la más notable de uno de ellos, el señor Pick Up, es la susceptibilidad. Ante una alusión nuestra a los teorizantes en la materia, ha dado un sacudón como el que da la desprevenida albacora al sentir el arponazo, y, también como la albacora lo hace algunas veces nos ha arremetido hecho una furia y con la espada en ristre. Y es el caso de preguntarse: si quien ha reaccionado de ese modo es en realidad uno de los teorizantes a que nos referíamos al final de nuestro artículo sobre la sierra, ¿por qué se revuelve de esa manera contra una observación que en tal caso sería enteramente justa, aparte de estar desprovista de toda intención agresiva? Y si, como lo declara el señor Pick Up en su airada respuesta, él no es un teorizante de esos, sino un práctico, es decir, una persona que además de decir que sabe hacer las cosas, efectivamente las hace, ¿por qué se da por aludido?

Nuestro inesperado desafiante se mete con nosotros sin que por nuestra parte hayamos tenido la menor idea de meternos con él, y mucho menos la de invadirle su terreno culinario-periodístico, que es muy distinto y está muy lejos del modesto predio en que operamos, como él mismo lo pone en evidencia al formular su desafío.

Porque la contienda a que nos invita es una competencia sobre una materia en que nuestras reflexiones sobre el consumo de pescado no entra ni sale. Nos reta a un duelo culinario en que el vencedor sería el que elaborase los platos más ricos, a juicio de un tribunal que se designaría especialmente para el caso, y nosotros hemos discurrido sólo alrededor de las maneras más baratas de alimentarse agradablemente y bien, aprovechando la gran variedad de pescados de poco precio que hay al alcance del consumidor chileno, y cuyas cualidades este consumidor, por lo común ignora, lamentablemente. Siendo así, su desafío viene a colocarnos en una situación comparable a la que se vería, llegando al terreno del horror, un duelista que hubiera de afrontar con un cucharón a un adversario armado con una tizona de las forjas toledanas. En un encuentro realizado en tales condiciones, antes de medio minuto nuestro contendor nos dejaría secos de una estocada, pero esto, ¿qué vendría a demostrar? Nada, fuera de la evidente superioridad de la espada sobre el cucharón para batirse en duelo. Cosa que todo el mundo sabe desde que espadas y cucharones existen y de lo cual el duelista de la espada puede convencer a todo el mundo sin necesidad de matar a nadie. De lo que no lograría convencer a alma nacida este hipotético duelista es de que él es más valiente, mejor esgrimista y más honorable que su contendor el cucharón.

Ni qué decir tiene que si elaboramos guisos de pescado usando aceite puro de oliva de a 120 pesos el litro y los condimentamos con especies escogidas que valen su peso en oro, lo que nos resulte será digno de la mesa de un príncipe en día de gala. Pero no se trata de eso, ni nada parecido hemos tenido en vista al meter nuestro cucharón en esto de la vulgarización del consumo de pescado. Ya sólo con decir “vulgarización” quedan enunciados nuestros modestos propósitos. No nos interesan los manjares para príncipes, sino para la mesa del pobre, en la que a estas horas la carne bloqueada en la cordillera por la nieve algunas veces y otras por la falta de divisas, podría y debería ya haber sido reemplazada por el pescado. Pero, entendámonos, el pecado en las formas más fáciles, económicamente y culinariamente, que hemos venido preconizando.

En cualquier caso, creemos sinceramente que nuestra intervención en la campaña del pescado podría dar lugar a cualquier cosa, menos a que alguien resultara enojándose con nosotros. Las preparaciones que nos hemos permitido ofrecerle al público son sencillas y desprovistas de esos condimentos fuertes, picantes e intensos que son tan gratos al paladar de algunos gourmets, y que a la postre suelen dejar mal sabor de boca. Las verdad es que en la elaboración de nuestros guisos no acostumbramos usar el ají y en la de nuestros artículos tampoco. Así hemos obrado bajo la ingenua creencia de que ni lo que guisáramos ni lo que escribiéramos le escocería a nadie.

(Artigo publicado no xornal La Hora, en Santiago de Chile, tal día como hoxe pero de… 1947)

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