FÚTBOL

RSP que fala do divino e humano, non podía deixar pasar a ocasión de opinar do que se está a chamar o deporte rei: o fútbol.Velaí pois escribindo sobre a tristura e peche de negocios ou ledicia que estaba a ocasionar na poboación porteña o “Boca” según perdese ou gañase partidos. E ata chega a lembar os seus inicios na práctica do mesmo nos seus primerios anos en Buenos Aires,a partires de 1912, lembranzas que agroman hoxe en Chile ao presenciar un partido do San Lorenzo de Almagro.
23 de marzo de 1947

F Ú T B O L

Por Ramón Suárez Picallo


Yo no sé nada de fútbol. Ni si quiera sé lo que quiere decir la palabra, y sé mucho menos aún de toda la otra jerga agringada que expresa la técnica de este deporte. Recuerdo que Mariano de Cavia, en una columna periodístico–filológica, titulada “Limpia y fija”, le llama a este juego balompié; término que, en verdad no hizo fortuna. Pero pese a esta ignorancia mía, me gusta ir a los buenos partidos para divertirme a costa del público que concurre a ellos. Pensar que 50, 80 o 100 mil personas, en su mayoría serias y bien educadas, viven pendientes de la agilidad de las extremidades inferiores de 22 muchachos jóvenes durante noventa minutos, me parece un verdadero milagro, en estos tiempos consagrados a la rapidez de los movimientos, en la tierra, en el mar y en el aire. Y los gritos, las tallas y las frases aupadoras de los “hinchas”, animando a su equipo favorito, deleitan mi espíritu, viendo cómo la gente aún es capaz de apasionarse y de entusiasmarse por algo, en este pobre mundo sin fe y sin ilusión. Por lo demás, el entusiasmo deportista es uno de los signos de los pueblos, en los periodos de formación creadora, cuando todos sus ciudadanos, desde los ocho hasta los ochenta años, se sientan muchachos.

El impresionante Buenos Aires de hoy, la más grande y bella urbe de lengua castellana y la segunda de todas las que hablan lenguas latinas, se crió al conjuro del amor al deporte; cuando el barrio genovés que preside la calle almirante Brown, cerraba los comercios en señal del duelo, o se echaba a la diversión según hubiera perdido o ganado el “Boca Juniors”, cuando Boedo, el vigoroso barrio obrero popular porteño, que ilustraban entonces, Barleta, Castagnoro y otros escritores nuevos y proletarios de primera línea reñía con los “fifís” de Florida, representados futbolísticamente por River Plate y Gimnasia y Esgrima; cuando –y perdóneme el lector– yo mismo he jugado al fútbol en un equipo de la casa comercial donde trabajaba, frente al de la casa que le hacía competencia. ¡Que partidos aquellos señor y cuánto ha llovido desde entonces! Lo jugábamos en los baldíos que había entre las Dársenas y el Río de la Plata, cubiertos de yuyos, por donde discurre hoy la Avenida Costanera, uno de los más hermosos paseos ribereños de todo el Continente Americano, y quizá de todo el mundo.

Eran aquellos los tiempos de Tesoriere y de Díaz; de Firpo y de Justo Suárez; tiempos de adolescencia de la Argentina madura y lograda de nuestros días, y cuyos descendientes de aquella época formativa -en orden a juventud y a deporte– harán hoy un alarde de aquella gracia, en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, a donde nos proponemos ir como en nuestros muy remotos años de juventud -¡Vive Dios que muy remotos!– para aplaudir a los vencedores y a los vencidos, que para nosotros son igualmente estimables, los unos, por saber ganar y los otros por saber perder. El caso es que lo hagan bien, que corran mucho y que las patadas sean firmes y seguras y con buena puntería, hacia cualquiera de los dos arcos.

Mientras tanto, vayan nuestros saludos a los muchachitos de Boedo, desde Caseros a Rivadavia, pasando por las inolvidables encrucijadas de San Juan y Carlos Calvo, que vienen aquí, bajo la advocación prócer y tradicional en el deporte argentino, de San Lorenzo de Almagro.



(Artigo publicado no xornal La Hora, en Santiago de Chile o 23 de marzo de … 1947)

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