…“Hay una vieja fotografía de la época que lo muestra con boina y grueso abrigo, en el balneario marítimo de Las Cruces, en la zona central de Chile, como huésped de un albergue para enfermos cardiacos.
A sus posibles “males del corazón”, se agregaba, sin duda, una fuerte nostalgia melancólica –la conocida “morriña” gallega- acentuada por ciertos rasgos hipocondríacos de su personalidad, señalados en su día, con una mezcla de crítica irónica y de solidaridad amical, por Eduardo Blanco-Amor.”
(Nota de Edmundo Moure)
Y todo, porque Pick-Up está enfermo del corazón. Los sapientes cardiólogos de Chile que lo vieron y examinaron afirman que tiene una afección a las coronarias, con algo de “angina pectoris”; es decir, que se morirá, irremediablemente, un día o una noche cualquiera, sin decir ni agua va. Pero, mientras tanto, la Ley es la Ley, y el periodista pobre, sin más caudal ni amparo que el que le conceden, el día, la noche, el trabajo honesto y el poco o mucho valer de su pluma, además de su jerarquía intelectual y moral, va a buscar en un rincón amable de la costa chilena, el bien inestimable de la salud perdida. Y confía en que el mar, el santo mar de sus viejos amores y de sus inquietas andanzas, actúe a modo de elemento restaurador, con su misterio de eternidad y de esperanza y el encanto de sus polífonas sonoridades, cuajadas en espumas blancas.
Nos despedimos, pues, de nuestros lectores por un espacio de tiempo, fijado por los médicos en treinta días, pero bien podría ocurrir que esta despedida fuese definitiva. En tal caso, nos acomodamos plácidamente a lo que venga, con unas viejas palabras de un escritor clásico.
“Mira, cuando te vayas, si dejas algo detrás de ti:
una sonrisa, un pensamiento, un instante de inquietud,
o la incitación superior, a mirar al firmamento estrellado,
donde está, omnipresente, la grandeza del Creador”.
No estamos muy seguros de dejar detrás de nuestro paso alguno de estos recuerdos, pero sabemos a ciencia cierta, que lo hemos intentado con buena esperanza y con buena fe. Y si no lo logramos fue por causas absolutamente ajenas a vuestra voluntad.
Y, por último, vaya nuestra gratitud a quienes nos leyeron, felicitaron y estimularon, a lo largo de seis anos; desde que un 14 de julio abrimos los telderetes de esta “Feria” evocando la efemérides de la Toma de la Bastilla.
Llevamos, como recuerdos tangibles de la jornada, cartas de elogio, mensajes de censura, y reflexiones escritas sobre temas de actualidad palpitante, discrepantes con nuestro pensamiento. Es el pequeño y único caudal recogido que llena las flácidas alforjas en las vísperas de emprender el gran viaje. Otros llevarán más, pero serán muchos los que llevarán mucho menos.
Y al final: a los compañeros de la casa, “hermanos en la lucha y en el dolor”, que compartieron horas, días y noches con nosotros y que nos abrieron el espíritu y el corazón a la clara, limpia y fraternal amistad, los mejores votos de ventura y bienandanza, con el alma arrodillada.