AS VEXIGAS (A VARIOLA)
6 de abril de 1950
¿Estamos nosotros, supervivientes de dos tremendas guerras mundiales y de algunas otras guerras civiles domésticas en el trance señalado por el famoso orador de Francia? Es muy posible.
El hombre ha recorrido y recorre aún extensas zonas del mundo: la revolución contra el orden social, contra los derechos humanos más esenciales, está, latente, en millones de espíritus, en algunos casos para mejor, y para peor en otros; la locura moral, es decir, la falta de sentido moral, está a la vista en la crónica roja de todos los países del mundo; el crimen frío y predemitado, con móvil frívolo o indigno, o simplemente, sin ningún móvil, es la noticia diaria de aquí, de allá y de acullá. Y por último, la peste, en sus dos colores más tétricos; el blanco en la tuberculosis por desnutrición y por falta de higiene en las viviendas; y el negro, en la legendaria viruela. Y conste que no hablamos de este mal, sólo por los casos registrados en Chile últimamente, sino que, a través de noticias de otros países, la última proveniente de Escocia y la penúltima de una ciudad de África Occidental. Y algunos especialistas en epidemias nos aseguran que en otros países apareció también la temible plaga, sólo que su presencia fue mantenida en riguroso secreto.
SEMBLANZA HISTÓRICA DE LA VIRUELA
Es esta enfermedad tan vieja como la civilización. Se conocía en la India, en la China y en el Egipto, muchos siglos antes de la Era Cristiana. Y en la Europa de fines de la Edad Media la epidemia más temible, temida y generalizada, hasta la aparición de la vacuna, el prodigioso descubrimiento del doctor Luis Pasteur.
La literatura española de todos los tiempos habla de la viruela como la peor de todas las plagas, más que por su carácter mortífero, pero su índole de enemiga de la belleza del rostro; porque este mal de huellas endebles, especialmente en las caras bonitas y a veces deja los ojos sin luz.
“¡Oh que linda criatura!
Dice fulana; es un rollo
De manteca; ¡Dios le libre
De viruela y mal de ojo”.
“Tiene muchos excrementos,
Muchos hoyos de viruela.
Hase sacado tres muelas
De achaque de corrindentos”.
Traidoras la roban
(ni acierto a decirlo)
Las negras viruelas
sus gracias y hechizos.
Bretón de los Herreros, Tirso de Molina y Samaniego, son los autores respectivamente, de los fragmentos reproducidos, referentes a las viruelas como enemigas de la hermosura física.
El aspecto clínico, patológico y terapéutico de la viruela no nos incumbe a nosotros tratarlo. Es a los médicos y técnicos en problemas de Sanidad pública a quienes compete. Sólo diremos que la viruela, como otras muchas pestes físicas, espirituales y políticas, puede ser contagiada por el aire, según corran los vientos favorables o contrarios a los focos de infección.
LA VACUNA
Mientras tanto, no hay más que un remedio conocido para evitar la viruela. La correspondiente vacuna antivariólica, producto de una enfermedad de la vaca y de sus crías,
Con el maravilloso animal, aparte de su índole de “ama de cría de la Humanidad destruida” –como le decía Castelao- ofrece la posibilidad de que el género humano se vea libre de la terrible peste que no sana ni el mismísimo San Roque.
Durante la última parte del pasado siglo y las primeras décadas del presente, los pueblos se dividían, en orden a su cultura higiénica, en dos grupos: los que estaban vacunados y los que no se vacunan; división equivalente a esta otra: los que no tenían y los que aún tenían casos de viruela en los linderos de su territorio.
¡A vacunarse pues, por razones de cultura y para no tener viruela!