Reproducimos hoxe este artigo de RSP que escribiu para El Despertar Gallego tal dia como hoxe pero de 1927 no que comenta a publicación do libro Ardencias de Lugrís Freire, así como tamén unhas breves e curiosas impresións sobre o ilustre sadense.
UN LIBRO GALLEGO(1)
ARDENCIAS, DE LUGRÍS FREIRE
ARDENCIAS, DE LUGRÍS FREIRE
Por Ramón Suárez Picallo
Acabamos de hojear este libro recientemente editado en La Coruña. Es su autor una de las figuras más interesantes del período de transición entre los Precursores y los Continuadores.
El libro contiene una magnífica colección de versos y tres trabajos en prosa, todos de un alto valor literario e ideológico. Lugrís fue un enamorado del tono mayor en que Eduardo Pondal escribió sus poemas bárdicos y de ahí que Ardencias sea un libro de tono pondaliano. Sólo que Lugrís toca también con eficacia la cuerda lírica, como lo demuestra la composición titulada “A Virxe dormida” de un lirismo y de una belleza espiritual sorprendente. Digamos que Ardencias es el libro de un muchacho, por el espíritu entusiasta y batallador que lo anima, característica fundamental de toda la obra de Lugrís Freire. Obra de corazón, de sinceridad y de batalla. Y dejemos el libro para ocuparnos del autor, cuya vida y cuya obra es digna de ser conocida por los nuevos, ya que en ella hay mucho de ejemplar.
Don Manuel Lugrís es mariñán de pura cepa. No tiene por ende nada de la trastienda de las gentes de tierra adentro. Al través de sus ojos azules, vislúmbrase su alma pura de niño grande, abierta a todas las emociones y a las ternuras más delicadas. Las manos de Lugrís contagian, al estrechar, bondad, fe, entusiasmo y franqueza. Entiende el lenguaje del mar y de la nordesía y ama hondamente a los marineros.
Nació en Sada, la bella paloma blanca, perla de las mariñas, debruzada sobre una ría esmeralda. A la sombra de los dos viejos castillos que otrora le hicieron guardia,2 escuchó Lugrís la voz de los abuelos celtas cuando, en las noches blancas, vienen a recordar a los nietos sus deberes sagrados. Subió al viejo “Quemile” y desde allí se sintió tribuno y poeta, al conjuro de la voz solemne de sus pinos y de sus robles.3
En la secretaría de un ayuntamiento rural, vio asombrado cómo se esquilma al labriego y sintió por él una piedad profunda y ansias incontenibles de redimirlo. Después emigró. En la emigarción se desbordaron sus inquietudes todas. Se hizo poeta, dramaturgo, escritor y orador. Regresó a Galicia, anheloso de trabajar por su redención. Republicano federal avanzado, se hizo popular en La Coruña y en sus alrededores, en mitines memorables. Supo muy bien coordinar sus ideas democráticas con los anhelos galleguistas que iniciaran los precursores, con quienes convivió a tal punto que Curros Enríquez prologó uno de sus primeros libros. Toda su obra literaria es gallega. Libros de versos. Cuentos y las primeras obras serias del Teatro Gallego, todas ellas de extraordinaria enjundia: A Ponte, Minia, O Pazo y Mareiras.
En los albores de la organización agraria, allá en 1907 y 1908, desde “A Solidarida Gallega” [sic] y “A Liga gallega” impulsó vigorosamente aquel movimiento. Era su orador de más fuerza. Y les hablaba en gallego a los labradores. Corrido muchas veces por caciques y curas que le profesaban y le profesan un odio cordial. Y nada logró doblegarlo. Hizo su aprendizaje de libertad frente al mar de Galicia y le es fiel por sobre todas las cosas.
Ahora, con motivo de la publicación de Ardencias, su nombre bien querido de la mocedad que le llama maestro suena de nuevo en toda la prensa de la región, aureolado de cariño y de veneración máxima.
La villa de Sada, que lo vio nacer, y en cuyos valles tienen escenario sus obras todas, debe a este hombre un público y vindicatorio homenaje. Y se lo tributará. Si no los de ahora, por ceguera o incomprensión, se lo tributarán las generaciones venideras, más generosas, cuando analicen y estudien los valores de esta hora histórica para Galicia, en la que Lugrís Freire ocupa un alto lugar.
Pero sepa el maestro, el apóstol, el poeta y el dramaturgo, que desde la lejanía hay quien recuerda aquellas frases lapidarias pronunciadas en medio de la plaza de San Roque, señalando la casa del cacique y la del cura:
“Labrego, ti es o Cristo d’estos tempos. I-ali tés a casa de Caifás, i-alí a de Pilatos.”
Y que lo recordamos con devoción profunda y cordial.
R.S.P.
Don Manuel Lugrís es mariñán de pura cepa. No tiene por ende nada de la trastienda de las gentes de tierra adentro. Al través de sus ojos azules, vislúmbrase su alma pura de niño grande, abierta a todas las emociones y a las ternuras más delicadas. Las manos de Lugrís contagian, al estrechar, bondad, fe, entusiasmo y franqueza. Entiende el lenguaje del mar y de la nordesía y ama hondamente a los marineros.
Nació en Sada, la bella paloma blanca, perla de las mariñas, debruzada sobre una ría esmeralda. A la sombra de los dos viejos castillos que otrora le hicieron guardia,2 escuchó Lugrís la voz de los abuelos celtas cuando, en las noches blancas, vienen a recordar a los nietos sus deberes sagrados. Subió al viejo “Quemile” y desde allí se sintió tribuno y poeta, al conjuro de la voz solemne de sus pinos y de sus robles.3
En la secretaría de un ayuntamiento rural, vio asombrado cómo se esquilma al labriego y sintió por él una piedad profunda y ansias incontenibles de redimirlo. Después emigró. En la emigarción se desbordaron sus inquietudes todas. Se hizo poeta, dramaturgo, escritor y orador. Regresó a Galicia, anheloso de trabajar por su redención. Republicano federal avanzado, se hizo popular en La Coruña y en sus alrededores, en mitines memorables. Supo muy bien coordinar sus ideas democráticas con los anhelos galleguistas que iniciaran los precursores, con quienes convivió a tal punto que Curros Enríquez prologó uno de sus primeros libros. Toda su obra literaria es gallega. Libros de versos. Cuentos y las primeras obras serias del Teatro Gallego, todas ellas de extraordinaria enjundia: A Ponte, Minia, O Pazo y Mareiras.
En los albores de la organización agraria, allá en 1907 y 1908, desde “A Solidarida Gallega” [sic] y “A Liga gallega” impulsó vigorosamente aquel movimiento. Era su orador de más fuerza. Y les hablaba en gallego a los labradores. Corrido muchas veces por caciques y curas que le profesaban y le profesan un odio cordial. Y nada logró doblegarlo. Hizo su aprendizaje de libertad frente al mar de Galicia y le es fiel por sobre todas las cosas.
Ahora, con motivo de la publicación de Ardencias, su nombre bien querido de la mocedad que le llama maestro suena de nuevo en toda la prensa de la región, aureolado de cariño y de veneración máxima.
La villa de Sada, que lo vio nacer, y en cuyos valles tienen escenario sus obras todas, debe a este hombre un público y vindicatorio homenaje. Y se lo tributará. Si no los de ahora, por ceguera o incomprensión, se lo tributarán las generaciones venideras, más generosas, cuando analicen y estudien los valores de esta hora histórica para Galicia, en la que Lugrís Freire ocupa un alto lugar.
Pero sepa el maestro, el apóstol, el poeta y el dramaturgo, que desde la lejanía hay quien recuerda aquellas frases lapidarias pronunciadas en medio de la plaza de San Roque, señalando la casa del cacique y la del cura:
“Labrego, ti es o Cristo d’estos tempos. I-ali tés a casa de Caifás, i-alí a de Pilatos.”
Y que lo recordamos con devoción profunda y cordial.
R.S.P.
1. El Despertar Gallego, año VI, n° 101, 19 de junio de 1927, pg. 1. El artículo incluye una foto de Lugrís Freire.
2. Se refiere seguramente a las fortificaciones de Fontán y Corbeiroa, construidas una en cada extremo de la ciudad de Sada. Agradezco esta indicación a Manuel Couzo.
3. O Quenlle (y no el Quemile, como figura en el
2. Se refiere seguramente a las fortificaciones de Fontán y Corbeiroa, construidas una en cada extremo de la ciudad de Sada. Agradezco esta indicación a Manuel Couzo.
3. O Quenlle (y no el Quemile, como figura en el
original) es un monte en la ciudad de Sada, en Riobao, que Lugrís menciona en sus cuentos como habitado por brujas y hechiceras. Debo agradecer esta indicación a Francisco Pita.