La idea es maravillosa y triunfará: y cuando triunfe en esta su primera fase habría de tener un complemento: agregarle al carrito la sartén o la paila, repleta de aceite hirviendo en los que –a la vista del público- en lugares fijos, se freirá el pescado y se venderá fresco, frito y frío, o sea a las tres efes, fórmula como se ve muy simple, que le va especialmente bien a la merluza.
Esta forma de fomentar el consumo de pescado en lugares poco acostumbrados a él, dio excelentes resultados en las ciudades interiores de Francia y de España, cuando al final de la Primera Guerra Mundial se cerraron los mercados de exportación y hubo que buscarle al producto mercados interiores. En las ferias, en las romerías populares, en los atrios de las iglesias y en todos los otros lugares de reunión pública se establecieron freidurías de pescado, que fueron la iniciación de los grandes centros de consumidores actuales. Con una particularidad muy interesante. Al principio se regalaba a cada curioso una tajada para que hiciese boca y se le pasase el recelo: una vez probado, el candidato a cliente picaba con tres raciones o más, hasta hartarse. Al día siguiente recién se le cobraba.
Apostamos a chaucha, contra peso, que si el señor Alcalde, hace la prueba obtiene el mayor éxito de toda su gestión municipal, ya muy colmada de éxitos. Y quizá valiese la pena gastar unos miles de pesos en ella a modo de experimento; por lo menos se sabría, a ciencia cierta, si la gente come poco pescado porque no le gusta o si por que le cuesta muy caro…
¡De todas maneras por algo se empieza…!