Este aspecto aventurero y romántico de la acción médica, lleva en sí un soplo humano que permite olvidar la comercialización de la medicina en fantásticos hospitales de lujo destinados a curar “estados neuróticos”, “manías” y “hobbies”, de los reyes y príncipes, reinas y princesas del fierro o del hot-dog.
La actitud individual se supera en acción colectiva. La Química se convierte en factor dominante de la Medicina. Los Laboratorios lanzan de vez en cuando, productos que se estiman anticipos del ansiado vademécum, de aquel que logrará destruir todo los microbios y garantizar la salud. Hace pocos años el Prontosil deslumbró a la opinión mundial. Al poco tiempo el Dachenan confirmó las esperanzas, eliminando algunos efectos tóxicos de su predecesor. En seguida el olvido cubrió al Dachenan, con el aparecimiento de la serie de las sulfas. Justamente en ese instante estalló la guerra.
CONCESIONES DE LA MUERTE
La guerra no sólo amontona cadáveres. También apresura al pulso de la medicina. Se requiere velocidad y audacia para reponer el material humano gastado o mutilado. Se necesita garantías de fortaleza física para los combatientes demasiado jóvenes. Los “stukas” alemanes o los “dive-bombers” ingleses exigen especiales condiciones a los pilotos adolescentes. Ahí está presente la Medicina y coopera a las posibilidades bélicas. Pero, los adelantos médicos se extienden a la población civil y se proyectan hacia la época de Paz. La Real Fuerza Aérea ha permitido avanzar a la cirugía como nunca nadie se hubiese imaginado. Todo, por la necesidad de curar a los pilotos heridos y capacitarlos para volver a volar. La locura también encuentra en la cirugía una senda para retornar a la normalidad. La psicología se traduce en política de multitudes para obviar el pánico colectivo. La Clínica de Charcot no tuvo nunca la posibilidades de experimentación psiquiatrita que brindara Coventry.
Lo colectivo tiene contenido individual. Así como el hombre se aferra a la vida cuando siente el sabor de la muerte, igual las naciones se preocupan de vivir, después que han proclamado una guerra. Se alimenta científicamente al ciudadano y se inventan los medicamentos más extraordinarios para derrotar la enfermedad.
LA GRAMICIDINA Y LA PENICILINA
Un día se anuncia que la “gramicidina” revolucionará al mundo. Un modesto cultivo de hongos ha indicado la posibilidad de sacar de la simple tierra un medicamento maravilloso. Permitirá destruir todos los microbios. La llaman “gramicidina”. La tierra, siempre la tierra, va diciendo a los hombres que no deben desapegarse de su seno. La leyenda de Anteo recupera actualidad. Ahí, sobre el polvo y el lodo, es probable encontrar la muerte de la muerte.
Un poco más tarde, los cables hablan de la “penicilina”. Su descubrimiento pertenecería al Dr. Fleming. Tiene por virtud aislar a los microbios y permitir al organismo movilizar sus defensas naturales para vencer la enfermedad. ¿Su origen? Simplemente se saca del moho que se forma en los trozos de pan o de queso.
Cuando los hombres empiecen a olvidarse de los bombardeos. Cuando ya nadie se admire de las divisiones “Panzer” y las “Fortalezas Aéreas” estén dedicadas a la navegación comercial, “Gramicidina”, “Penicilina” y cuantos descubrimientos más se hayan hecho, constituirán, en conjunto, la verdadera victoria de la Humanidad.
Pueda que entusiasme tanto la noticia de la derrota de la tuberculosis, como hoy o ayer, apasiona o apasionó, la ocupación de Creta o el desembarco en Africa del Norte.
EL SISTEMA MASIVO
Nadie habría soñado que la fiebre pudiera transformarse en aliada de la medicina para luchar contra la muerte. La fiebre, síntoma de casi todos los estados mórbidos, se ha desprendido de sus antiguos aliados y hoy coopera a la Medicina. Así por ejemplo el procedimiento Masivo –inyecciones de Neo, gota a gota durante ocho horas– provoca la fiebre benéfica, la fiebre que liquidará todos los gérmenes patógenos que alimentan la más terrible enfermedad social. Precisión y audacia, integran el sistema masivo. Vigilancia permanente del corazón y regulación adecuada de la fiebre. El hombre para vivir se acerca a la muerte, toca sus lindes y se aleja. Saca de la muerte la fuerza para vivir. En otros tiempos, la insulina, con sus tremendos “shocks” dio pauta de la audacia en defensa del enfermo.
En esta forma, de todos los frentes, se atacan las enfermedades. La Química, la Cirugía y cuanta especialidad científica es dable imaginar, cooperan a la acción médica.
Es el instante en que coinciden el romance con la realidad. Parece que despertará el sueño común; el sueño de Pasteur y de Koch, de Erglier y de tantos otros.
Demasiado bello para que sea cierto. Pero, lo es.