MADRID E OS GATOS

Comentando unha noticia pintoresca que se publica no xornal La Hora onde RSP escribe asiduamente, faise eco da curiosa e graciosa nova dunha gata madrileña que voa sobre os tellados da capital.
RSP aproveita para incluir a explicación de por que aos madrileños se lles chama tamén “gatos” e remata dicindo que no é extrana tal nova pois se non para que está o dito que “en Madrid o que non corre, voa”


3 de junio de 1950

La Feria del Mundo

Por Pick – Up (Por Ramón Suárez Picallo)

MADRID Y LOS GATOS MADRILEÑOS


Nuestro Jefe de Cables suele apartar de la baraúnda noticiosa universal que diariamente le pasa por las manos, la nota que considera más original y pintoresca, para darle después, destacada en recuadro, e ilustrada por los dibujantes de la casa, un espacio en el diario.

Oteíza, que así se llama el compañero de marras, tiene cierto sentido de lo pintoresco y de lo humorístico, y de ahí que el “cable del día” de “La Hora” resulte siempre la más leída de las noticias internacionales. Oteíza es chileno de estirpe vasca, y se juntan en el norte y sur peninsulares, doblando el viejo mapa, para darle a su página una nota graciosa, en medio de las informaciones de críticas políticas, huelgas, guerras frías y calientes, y otros excesos de la agitada y dura actualidad internacional.

Y ahora a lo que íbamos. Su último “Cable del día” se refiere a una gata que apareció, días pasados en Madrid, dotada de un par de alas legitimas y naturales, con las que vuela, tan cómoda y plácidamente sobre las azoteas, terrazas y tejados de la gran urbe española, como si se tratase de un avión supersónico e interoceánico.

“Angelina” –que tal es el nombre de la gata voladora y volandera- causó gran admiración entre sus convecinos del barrio de Lavapiés, de todas las sociedades, sexos, estamentos, y clases, quienes fueron a verla, a contemplarla y a darle parabienes por sus hazañas aéreas. Incluso la diligente policía del Ministerio de la Puerta del Sol, un poco amoscada por aquello que en Madrid –lo mismo que en casi todas las partes del mundo– eso de volar sin permiso de autoridad competente puede resultar una actividad indeseable.

Pero nada, “Angelina” y su dueña pudieron probar, incluso en certificados de sapientísimos doctores –parientes científicos de los de “El Rey que rabió”– que las gatunas actividades aéreas de la señora no tenían nada de subvertido ni de intención dolosa. “Angelina” vuela porque sí, con la misma naturalidad con que atrapa una laucha o se come una sardina frita. Y un madrileño castizo, muy amigo nuestro, con quien consultamos el extraño caso, nos dijo al “respetive”:

Ahí es nada la fortuna de “Angelina” y de su dueña. Porque atrapar en el aire un palomo pichón, una tórtola, o quizá una codorniz, en estos tiempos en que todas las cosas de comer, aún las más ordinarias, vuelan a grandes e inaccesibles alturas.por lo demás agrega nuestro amigo, a modo de ilustración de sus dichos: Madrid tiene una vieja tradición gatuna. A los madrileños más listos, finos y ágiles en toda clase de menesteres, se les llama “gatos”, en recuerdo de una memorable hazaña histórica, llevada a cabo por los nativos del país, cuando Madrid era sólo una fortaleza en poder de la morisma infiel.

Los madrileños atacaron y tomaron el fortín en menos de un santiamén, subiendo y agaviando por paredones y almenas, y saltando luego a los patios, como si volaran. Una crónica árabe que narra el episodio, dice que los atacantes eran “ágiles y ligeros como gatos” que se les da a los madrileños”.

Y aún hay más. Recuerda que en los remotos tiempos en que tú y yo éramos jóvenes, hizo furor en Madrid una zarzuela que se titulaba “La gatita blanca”. Era su personaje cupletero una gata con alas, que contaba las andanzas y aventuras amorosas de una pareja de congéneres suyos, aventureros de los tejados, en las largas y frías noches del mes de enero, haciéndoles arrumacos a una luna “lánguida y metálica”, de puro helada que estaba.

No es, pues, nada del otro mundo eso de que en Madrid haya aparecido una gata voladora, habida cuenta de la tradición madrileña, favorable a los gatos maravillosos. Y es de allí, del Madrid castizo, aquel dicho tan popular: “Aquí el que no corre, vuela”.


(Artigo publicado no xornal La Hora, de Santiago de Chile, o día 3 de xuño de…1950)
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