COELLOS AUTÓCTONOS ESPAÑOIS

A partires dunha noticia recollida no xornal chileno La Hora e referida a España, sobre unha invasión de coellos nun camposanto, RSP comenta dita nova referíndose xa ao nome de Hispania que para os romanos indicaba “terra de coellos”…


10 de mayo de 1949

LOS CONEJOS DE ESPAÑA


Por Ramón Suárez Picallo

NOTICIAS: “Una fantástica cantidad de conejos, procedentes de todo el Alto Aragón, han invadido el cementerio de la ciudad de Huesca. Supónese que tal concentración de roedores en el camposanto de la vieja ciudad, es debida a la sequía que dejó yermos y áridos los campos. Y los conejos invasores buscan en los cementerios el pastoreo y la verdura para alimentarse”. (Resumen de un telegrama de la Agencia France Presse, publicado en “La Hora”)

Es sabido que entre los antiguos nombres de España, cuyo significado dio muchísimo quehacer a filólogos e historiadores, figura Spania: y un gran historiador francés, el Padre Jesuita Duchesne, preceptor de los primeros príncipes españoles de la Casa de Borbón, afirma en su “Compendio de Historia de España” (Edición Ibarra, de Madrid 1578, traducción y notas del Padre José Francisco Isla) que Spania es una voz púnica, que quiere decir conejo, “por los muchos y de muy buen gusto de que abunda aquella región”. Por su parte y quizá por razón idéntica, el poeta latino Cátulo le llama a España Cunicu losa, o sea, tierra de conejos. Además, todos los autores clásicos, tanto los griegos como los latinos, coinciden en afirmar que la patria original del Lepus cuniculus, mamífero y roedor de la familia de los lepóridos, es la península Ibérica. De allí pasó, o lo pasaron, a los otros países europeos, los buenos aficionados a la caza; y llegó a ser, por su extraordinaria fecundidad, una especie de plaga, incluso en las islas Baleares y en las Británicas, hasta que los gastrónomos glotones se encargaron de acreditarlo, a tal punto, que, en el año de 1300, un buen conejo, valía en Francia, en Alemania y en Inglaterra casi tanto como un cerdo pequeño. Quisieron aclimatarlo en Rusia y en los países Escandinavos sin ningún resultado positivo. El conejo es un bicho astuto, regalón y buen vividor, que no quiere saber nada de tierras yermas y desoladas como lo son “las del inhóspito Norte de Europa”. De ahí su lealtad a la patria nativa. Los montes de León, las mesetas castellanas, los campos de la Extramadura, las verdes y onduladas montañas de Galicia, y las riberas de los ríos aragoneses, son su paraíso residencial.

Se alimenta, con preferencia, de yerbas perfumadas; el anís, el cantueso, el espliego, el romero y, sobre todo, el incomparable tomillo, constituyen sus platos predilecto, y le dan a su carne exquisita, cuando pasa de la carrera a al cazuela, el sabor oloroso de las más raras y finas especias del Oriente.

Por eso un buen cazador español, ya puede matar a mansalva osos en los Picos de Europa, jabalíes en la Mancha, liebres en todas las tierras de sembradío, o tejones en las praderas; él no será nunca consagrado en la hermandad cinegética, ínterin no mate conejos en gran cantidad, y no pueda ofrecerles a sus amigos, un estofado o un escabeche o un buen adobo de Lepus Cunículus, con su olor a tomillo montés y su pebre fuerte y atufante de vino blanco y clavo.

HUESCA Y LOS CONEJOS

Huesca forma, con Zaragoza y Teruel, el antiguo reino de Aragón. Tierra de higueras, viñedos y olivares, de hombres robustos y verticales; tierra donde la jota florece en toda su viril y bárbara belleza, es a la vez blasón orgulloso de las viejas Españas, ganado en jornadas heroicas a lo largo de 30 siglos de Historia.

Huesca está situada en la estribación sur pirenaica, en una confluencia de pueblos y de naciones.

Fue vascona y algo navarra, reducto fuerte de la disidencia de Sertorio frente al Imperio Romano; murallón contenedor de la morisma infiel, y paso muy difícil de los franceses en todos los tiempos; aparte de haber mantenido siempre en alto, en su vida propia, el pabellón de los fueros y de las libertades de la vieja comunidad catalana-aragonesa, cuando ésta era dueña y señora de todo el Mediterráneo y cuando tal grandeza decreció por causas políticas y dinásticas, que no es del caso examinar ahora. Pues bien, además de todos estos méritos Huesca tiene otro que nos viene muy a cuenta destacar. Es, de todas las 50 provincias españolas, la más rica en conejos, tanto monteses como caseros. Entre los cunicultores –especies de maniáticos criadores de conejos– de todo el mundo, la rama más codiciada y más difícil de criar se llama “Gigante de España”, Es un bellísimo ejemplar de largas orejas, ojos de rubí y pelaje de seda, que más parece cosa de adorno que bicho de corral. Y es original de Huesca, o por decirlo más propiamente de Barbastro, villa medioeval de su provincia, antiguo reino de Taifas, sitiado y rendido por el Mío Cid Campeador en sus andanzas, hazañas y aventuras. En los montes y campos próximos, hasta el Valle Almudévar, en las estribaciones de Tardienta y de Santa Quiria, de Estrecho Quinto y Monte Aragón los conejos libres y sueltos, tiene allí su reinado montaraz acosado y perseguido constantemente por los mejores cazadores de España, emperrados en diezmarlo a escopetazo limpio.

AL CEMENTERIO

Como habrá visto el paciente lector en la noticia que encabeza esta gacetilla, los conejos de Huesca están de malas una vez más. Una terrible sequía como pocas veces se viera otra igual dejó secos, ardidos y áridos, los campos de tomillo; y los orejudos animalitos van a buscar su diario condumio de yerba verde, a los lugares donde la tierra está aún verdecida. Al camposanto donde reposan héroes y mártires, santos y pecadores, pastores y artistas, menestrales y campesinos, transformada su carne material en tierra fecunda, capaz de alimentar con su fruto a los conejos, fugitivos de las tierras sedientas del Alto y noble Aragón.


(Artigo publicado no xornal La Hora, en Santiago de Chile, tal día como hoxe pero de… 1949)

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